Ya estamos con la torrija innovadora

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Maria Carrasco Lloria
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Torrija con salsa de Matcha

Pan, leche, azúcar y aceite. Poco más que estos cuatro ingredientes se requieren para preparar la torrija perfecta, postre favorito de Semana Santa y eterno rival de la tarta de queso.

Lancemos una pregunta en forma de afirmación: creo que se ha perdido la mística de la torrija ceremonial por una suerte de pan frito con cosas que en cada restaurante llaman torrija. Un postre que más que bueno, resulta abrumador, incluso con un tinte autárquico.

¿Que está buena? Está buenísima, pero la hartura ha hecho que muchos le perdamos la gracia. Como en aquella fábula popular de “Pedro y el lobo”, los dos primeros años que vimos torrija como final de todos los menús existentes en este país, nos alegramos de que el folclore español se expandiera a límites insospechados.

Pero... a la décima torrija innovadora, en el sexto año consecutivo en que la he visto incluso antes de que comience su semana grande, preferiría que Pedro se diera media vuelta y volviera con las ovejas. Y ya que estamos, que se las coma el lobo.

Torrija de pistacho y de Lotus... solo le falta la trufa

La torrija comenzó como postre de aprovechamiento en el siglo XIX. Llegado el siglo XXI, dimos gracias de no tener que aprovechar el pan duro y poder hacerlas por gusto. 

Lo que no vimos venir fue que un dulce deliciosamente opulento se convertiría en una “pijada” para unos o un postre “fit” para otros.

El problema llega cuando, en 2025, parecen existir únicamente dos postres: torrija con helado de vainilla y tarta de queso casera —discutible el último apelativo—. Parece una competición por ver de cuál me cansaré antes. En mi plato, siempre la torrija, pero porque no hay nada más. De la tarta, ya me he cansado.

Dice mi psicóloga que cuando te quejas no estás buscando soluciones, y en este espacio, gracias que puedo quejarme sin buscarlas. El testigo de mi malestar, como estandarte del consumidor, lo recoge el restaurador. Antes se innovaba para llamar la atención; ahora se busca la simpleza como símbolo de modernez entre hordas de salsa de pistacho y crumble de Lotus. A la torrija solo le falta la trufa. Si la has visto en algún restaurante, por favor, no me lo digas.

Generación en busca de estímulos, no lo paguéis con la torrija

El auge de la tradición es uno de los puntos a favor que lanzaré contra la torrija. Tenemos influencers y creadores de contenido que la buscan y la enseñan, y pastelerías que los escuchan y las preparan. Incluso he paseado entre torrijas sin azúcar, en pro de los diabéticos, o sin lactosa, para que el postre siga siendo placentero para todos.

Citando a Mikel Iturriaga, maestro de la opinión culinaria:

La torrija sufre del “síndrome del plato de moda”. De ser un postre emocional, con recuerdos familiares, ha pasado a ser ese postre moderno que ya ni es moderno ni es postre. Cualquier día, entre torrijas para el brunch, veremos queso crema untado y un poco de salmón. Dios me libre.

Torrija de actualidad: despropósito al canto

En conclusión, a la que decido llamar “torrija de actualidad” alcanza la categoría de “despropósitos” a la mínima que sales de la pastelería y te adentras en internet. Como fiel defensora del posteo de todo lo que se ingiere, la autocrítica sobre lo que comemos debe alcanzar también la dimensión de la torrija, como dulce de tradición y aprovechamiento. 

Compra pan, leche, azúcar y aceite. Canela si gustas, brandy si te entonas, o vino si lo prefieres. Que la revolución de la torrija la siga liderando la torrija grasienta, poco ligera y, sobre todo, simple.

Ah, y separa el helado de vainilla. La torrija se come tan solo acompañada de devoción.

Credito
Maria Carrasco Lloria