Gastronomía, arte disuelto en boca

Creado:
Autor:
Credito
Gabriela Sánchez
Categoría
gastronomía forma de arte

Comer es un hecho hedonista, sí. Pero hay una sutil frontera entre el acto biológico de alimentarse y la vivencia estética de emocionarse con un plato. Justo al cruzar esa línea la cocina pasa de ser un mero oficio o técnica a una forma de arte. Y es que quién pudiera negarse a pensar que muchas veces la elaboración de una receta se construye cual coreografía o composición musical.

Algunos levantarán el argumento de su carácter fugaz y utilitario para echar por tierra la afirmación, porque al final del día, todo plato acaba en el estómago. Pero ¿acaso no es igual de efímera una función de ópera o una pieza de danza?

Cocinar es conmover 

En realidad, la clave radica en la exclusividad, eso que convierte lo mismo una canción, que una danza o una pintura en algo que no se puede reproducir con exactitud ni se puede describir del todo.

Pero es que incluso cada vez más la experiencia en la cocina de autor evoca la dinámica de un museo. El camarero o el propio chef se acerca y describe el plato —sus ingredientes, el origen de cada uno, las técnicas utilizadas, la intención detrás del montaje—, cual curador de una obra. 

No la hace arte porque se sirva en vajilla minimalista ni porque incluya técnicas moleculares, sino porque hay en ella una búsqueda emocional, una voluntad narrativa. 

Arte no es sinónimo de belleza, ni de exhibirse en vitrinas, sino, en cualquier caso, de experimentar sensaciones. En la cocina esto es ley: un plato puede ser bello, técnico, sofisticado, pero si no te mueve, fracasa.

Cada elemento tiene un porqué, un para qué, un desde dónde. No es solo lo que está en el plato, sino lo que se quiere decir con él, contar una historia de cualquier tipo. Y si eso no es arte, ¿entonces qué lo es?

Cocinar para contar historias

Dicen algunos que los sentidos tienen memoria y no les falta razón. El mejor ejemplo de ello es la llamada cocina de nostalgia, o comfort food, la explicación a los recuerdos que logran conectarnos con determinadas comidas, porque la relación que creamos con cada plato guarda un vínculo directo con el contexto circundante, más allá del sabor en sí, como si se le atribuyera la capacidad de tener cada textura y aroma memoria propia.

En ese sentido, la gastronomía tiene una cualidad que muy pocas artes poseen: su capacidad de sinestesia, para fundir lo háptico, lo visual y lo gustativo en una misma experiencia sensorial.

No obstante, como mismo no todo lienzo con flores es arte, toda elaboración gastronómica puede adscribirse a tal naturaleza. Solo aquellos platos capaces de transportarnos, cuestionarnos o emocionarnos tiene el privilegio de ser arte. Implica una ética del ingrediente y una estética del gesto. 

Es por ello que tal como ocurre con la crítica artística, merezca la gastronomía un espacio y firmas especializadas que no solo la expliquen sino que la valoren, la desmonten, y emitan criterios desde la formación cualificada, con responsabilidad y respeto, que trasciendan la visualidad y la publicidad vacía. La cocina, como arte, hay que entenderla para contarla y sentirla. 

Lee también: ¿Están los influencers perjudicando a la gastronomía?

Credito
Gabriela Sánchez