
El último Papa Rey de Roma inspiró tantísimos homenajes y entre ellos el tributo más conocido de la repostería española: el pionono. La receta que nació en honor a Pío IX a finales del siglo XIX hoy supone un símbolo de la figura papal de todos los tiempos. La historia dice que su origen lo debe al pastelero Ceferino Isla González, radicado en Santa Fe, Granada cuando el también llamado Pío Nono proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción.
Así, desde su propio aspecto el postre hecho a modo de bizcocho cilíndrico y rechoncho, recuerda el vestuario del pontífice con una cubierta de canastilla blanca –como el balandrán papal– y rematado con una corona de yema tostada en evocación al solideo.
El bizcocho se presenta enrollado, bañado en almíbar, con relleno de yema pastelera aromatizada con canela, y una cima de crema caramelizada que otorga esa mezcla única entre suavidad, dulzor y un punto de tostado. La reverencia fue más evidente aún tras nombrarlo de la misma forma que Su Santidad, el segundo pontificado más largo de la historia de la Iglesia Católica.
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El legado granadino de Pío IX
Tras el homenaje, el rey Alfonso XIII nombró la pastelería Casa Isla como proveedor oficial de la Casa Real.
Aunque el dulce ha sido versionado con sabores de fresa, chocolate o limón, ninguno se compara con el clásico. En Granada es posible encontrarlo en cafeterías, panaderías o incluso en cartas de restaurantes de alta cocina. Por otro lado, entre sus alternativas más innovadoras se ha desdoblado en tarta, helado e incluso licor, como la crema de pionono, pensada para cócteles o para añadir al café.
A través del pionono se tejieron los primeros hilos de la historia compartida entre Granada y el Vaticano, una reverencia de dulce y fé que hoy, muchos sin siquiera saberlo, la han hecho universal.