La Semana Santa más creativa se come con devoción (y sentido del humor)

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Cristina Ybarra
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Hamburguesa Semana Santa

En la Semana Santa, el recogimiento espiritual y la expresión artística se funden en procesiones, imágenes y ritos. Pero también —y cada vez más— en la mesa. Y es que, en los últimos años, cocineros, pasteleros, cofrades y foodies han encontrado en este tiempo litúrgico y festivo un territorio fértil para la creatividad culinaria, donde conviven la devoción, la tradición y una pizca de humor gastronómico.

Tradición con guiños contemporáneos

La cocina cuaresmal —con sus potajes, bacalaos, torrijas y buñuelos— sigue viva. Pero en manos de chefs inquietos, también se reinventa sin perder el alma. Las torrijas, por ejemplo, se versionan con pan brioche, crema inglesa, pistacho, café o chocolate. El bacalao se presenta en texturas, carpaccios o tacos crujientes, y los garbanzos se convierten en bases para hummus templados con sabor a vigilia.

“La Semana Santa es el momento ideal para mirar atrás y reinterpretar con respeto”, comenta un chef andaluz que sirve torrijas flambeadas con anís como postre estrella en su menú cuaresmal.

Platos que desfilan como pasos

Algunos restaurantes tematizan su propuesta con nombres de pasos, vírgenes y marchas procesionales. “Costalero de bacalao”, “Mantilla de merluza” o “Capuchino de vigilia” son algunos ejemplos que mezclan el folclore cofrade con el marketing culinario. ¿Exagerado? Tal vez. ¿Efectivo? Sin duda. Porque la Semana Santa también se vive en Instagram y TikTok, y la creatividad gana puntos (y likes).

Hamburguesa “cofrade” 

La nueva creación de la hamburguesería sevillana Monkey Food, está hecha a base de dos pattys de 90 gramos de vaca frisona nacional, con cheddar madurado, bacon crujiente ahumado al incienso de pasión y una santa mayonesa con toques cítricos acompañada de una reducción de torrija. Se trata de una elaboración que aúna los sabores propios de las burgers más tradicionales con los olores y la cultura sevillana, especialmente durante las fiestas de abril.

La hamburguesa ha dividido opiniones: hay quienes aplauden la creatividad gastronómica y quienes consideran que la Semana Santa es terreno sagrado. Pero lo cierto es que la propuesta ha generado colas, publicaciones virales y muchas risas.

“Queríamos rendir homenaje a nuestra ciudad y a lo que nos hace únicos. La Semana Santa es emoción, identidad… y también sabor”, explican desde el restaurante.

Cocina de fe y de barrio

En barrios con fuerte tradición religiosa como Triana (Sevilla), El Raval (Barcelona) o el centro histórico de León, las tabernas rescatan platos casi olvidados: sopas de ajo, empanadas de espinacas con pasas, guisos sin carne, pero con alma. Algunos bares incluso ofrecen tapas bautizadas con nombres de hermandades locales.

La comida también es comunión en sentido literal: se comparte, se recuerda, se honra. Y si hay una receta que simboliza todo esto, es la torrija. Cada familia tiene la suya, y cada restaurante, su versión.

 Devoción con sentido del humor

Que la tradición no está reñida con la risa lo saben bien algunos pasteleros, que han creado desde torrijas en forma de capirote, hasta monas de Pascua con forma de trono procesional. En redes sociales, abundan vídeos donde la croqueta de cuaresma “hace estación de penitencia” antes de ser comida. Y sí, hay memes gastronómicos con incienso incluido.

Porque, como dice el refrán, “con pan y buen humor, todo pasa mejor”.

Cuando la fe y el sabor caminan juntos

La Semana Santa en clave gastronómica es mucho más que vigilia y abstinencia. Es un periodo donde la emoción y el sabor se abrazan, donde lo sagrado y lo cotidiano se entremezclan en fogones que no temen mirar al pasado con ojos del presente.

Ya sea desde la sobriedad de una receta de abuela o desde el ingenio de una carta gourmet, la cocina de Semana Santa sigue latiendo con fuerza, reinventándose cada año, como una procesión que nunca termina… pero que siempre acaba en la mesa.

Porque la fe también puede saborearse. Y la creatividad, como la devoción, no conoce límites.

Credito
Cristina Ybarra