
El polvito uruguayo es hoy uno de los postres más emblemáticos de la gastronomía canaria, aunque su historia comienza lejos de las Islas. La receta, dulce y nostálgica, llegó desde el otro lado del Atlántico y encontró en Gran Canaria su nuevo hogar, fusionando sabores y culturas en un solo bocado.
Las Islas Canarias, territorio español con una fuerte presencia de comunidades latinoamericanas —especialmente cubana, venezolana y uruguaya—, son un claro ejemplo de cómo la gastronomía migrante puede integrarse en la identidad local. En este contexto, el polvito uruguayo se ha convertido en un símbolo de mestizaje culinario y memoria familiar.
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Un origen improvisado con mucho éxito
El polvito uruguayo se compone de capas de galleta María triturada, dulce de leche, nata montada y el toque mágico: suspiros de Moya, pequeños merengues secos originarios de Gran Canaria que sustituyen al merengue tradicional. El resultado es un postre muy dulce, aireado, de textura terrosa y crujiente.
Aunque no es especialmente saciante, sí es altamente calórico y adictivo. Es ese tipo de postre que, si no empalaga, te atrapa. Ideal para cerrar una comida con sabor a casa, aunque esa casa esté a miles de kilómetros de distancia.
Un icono canario con alma latinoamericana
Hoy, el polvito uruguayo es más que un postre: es una historia de migración, familia e identidad. Su éxito en Canarias es una prueba de cómo las recetas importadas pueden convertirse en emblemas locales, fusionando orígenes distintos para crear algo nuevo y delicioso.
Desde los restaurantes más tradicionales hasta las pastelerías contemporáneas, el polvito uruguayo se sirve como símbolo de una gastronomía que abraza la diversidad.