La bebida que solo se sirve en San Fermín

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sorbete del Gazteluleku en san Fermín

Cuando se habla de las fiestas de San Fermín, rápidamente vienen a la mente el encierro, la música y la ropa blanca y roja. Pero entre jotas, txistus y pañuelos, existe una bebida tan legendaria como efímera: el sorbete del Gazteluleku, un secreto a voces que solo aparece entre el 6 y el 14 de julio en Pamplona.

Origen de una tradición inesperada

Corría el año 1991 cuando una cuadrilla de amigos, palabra sagrada en Navarra, lanzó una idea en medio de la sobremesa: “¿Y si hacemos un sorbete?”. Entre risas y copa en mano, nació la receta que hoy se ha convertido en un símbolo gastronómico de los Sanfermines. La Sociedad Gastronómica Gazteluleku lo perfeccionó con helado de limón y vino espumoso… y el resto es historia.

Sin receta escrita, pero con alma

“Lo importante no es cuánto, sino cómo”, afirma Gurutze Celayeta, presidenta de Gazteluleku.

La clave no está en seguir una receta exacta, sino en respetar la textura y el equilibrio, lo que requiere técnica y pasión. El sorbete se bate con una máquina única, creada especialmente por dos socios, y se adapta cada año en función del tipo de helado seleccionado. La intuición manda.

¿Qué lleva el famoso sorbete?

  • Helado de limón con bajo contenido lácteo
  • Cava o vino blanco espumoso, según el año
  • Una proporción mágica que varía según quien lo elabore

El resultado es una bebida espumosa, refrescante y deliciosa que no tiene rival durante las fiestas.

Una leyenda urbana con sabor a realidad

Aunque circula la idea de que se sirven más de 15.000 litros de sorbete durante los Sanfermines, en Gazteluleku lo niegan con una sonrisa. Lo cierto es que el local, ubicado ahora en la Calle San Francisco, vive una auténtica coreografía de jarras, cucharones y vasos. A 15 euros la jarra y 3,50 el vaso, es difícil resistirse.

“Un 13 de julio, cuatro franceses se tomaron 32 jarras”, cuenta Celayeta con humor. Lo acompañaron con unas magras con tomate. Ni croissants, ni falta que hicieron.

El sorbete del Gazteluleku no se copia ni se embotella. Se vive. Representa una experiencia compartida, una tradición familiar que se transmite de generación en generación. Cada año, padres, madres, tíos o abuelos llevan a los más pequeños a probarlo por primera vez. Ese gesto convierte un simple vaso en un rito de paso.

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Ha sido probado por gastrónomos, periodistas y turistas de todo el mundo, desde Nueva Zelanda hasta Francia. Pero ningún intento de réplica ha conseguido capturar su esencia.

Gastronomía emocional en el corazón de San Fermín

En un mundo donde todo parece replicable, el sorbete del Gazteluleku demuestra que hay cosas que solo tienen sentido en su contexto. En este caso, Pamplona, en julio, entre música de charanga, abrazos de cuadrilla y esa sensación de que, aunque solo dure unos días, la vida entera cabe en una copa de espuma de limón.

 

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