Era el año 2000 cuando llevé a cabo un viaje al país de los 1000 templos, Tailandia. Lo hice de camino a Phuket donde debería embarcar en el Royal Clippers, buque de velas de 4 mástiles, perteneciente a la naviera con sede en Montecarlo, Star Clippers. El objetivo venía ser el realizar un amplio reportaje sobre el singular crucero que navegaba, por aquellos años, por aguas de Tailandia y Malasia, atracando en puertos tan bellos y únicos como Kokainok, Kolipe y Penang.
En la escala de tres días en la capital tailandesa de Bangkok, quise realizar una visita al mercado flotante de Damnoen Saduak Floating Market, el mayor de los mercados flotantes del delta del Chao Phraya y uno de los grandes mitos viajeros del Sudeste asiático, situado a poco más de 100 kilómetros del centro de Bangkok.
Una vez visto éste, el calificativo que se me ocurrió de la visita fue el de espectacular. También el de fascinante, colorista, plástico, bello, único… Damnoen Saduak Floating Market, en sus inicios, fue un modesto mercado de alimentos sobre el agua. Poco a poco fue convirtiéndose en un polo de atracción mundial, donde además de poder comprar frutas, verduras y pescados, también se podía adquirir recuerdos, comer en restaurantes y todo lo que uno puede imaginar. Damnoen Saduak Floating Market es una colmena de vendedores con barcas que llegan a configurar una postal irrepetible.
Mi excursión de un día a Damnoen Saduak Floating Market la realicé con un bus público que abordé en el Southern Bus Terminal de Bangkok, donde a lo largo de poco menos de dos horas me situé en este mercado flotante de la provincia de Ratchaburi. Llegué muy temprano para poder evitar la afluencia de gente y así, de esta manera, poder lograr las mejores fotografías del lugar.
Una vez en el mercado flotante, descubrí los canales trufados de vendedores. Dos opciones se me presentaron. Una a pie por sus muelles y embarcaderos dotados de una belleza deslumbrante; y la otra desde el agua con una barca, que fue la que elegí, el mejor lugar para poder explorar la red de puentes que cruzan los canales, conectada con casas aisladas con tierra firme.
Por la excursión en barca de una hora de duración tuve que abonar unos 300 thb, unos 8 euros, nada caro por lo que representa poder obtener una colección de fotografías de la belleza que tuve la oportunidad de conseguir. Como el calor apretaba, le pedí al barquero que sorteara la maraña de barcas que pululaban las aguas (que se rozan una con otra), hasta poder topar con una que vendía zumos. Me tomé un botellín que contenía cóctel de frutas, no muy fresco, pero reconfortante, seguido de un desayuno “flotante”.
