Al igual que con los buenos vinos y los grandes rones, los habanos continúan madurando y refinándose con el tiempo, abriendo un nuevo horizonte para los amantes del humo del tabaco negro.
La tradición de añejar los cigarros, tabacos o puros ya torcidos comenzó en los propios consumidores o coleccionistas, quienes acumulaban tabacos en buenas condiciones de conservación y temperatura, esperando a su evolución con el tiempo. También fue práctica común en los detallistas especializados, los cuales acumulaban en sus tiendas inventarios elevados de Habanos que después sacaban a la venta como un producto aún más refinado.