Otra vez, el último lunes de mayo convierte el queso Double Gloucester en trofeo y “rueda” de la esperada Cheese Rolling o Festival del Queso Rodante, un capítulo lúdico del calendario británico donde miles de personas ruedan por la empinada ladera de Gloucestershire, en Cooper’s Hill, Reino Unido en busca de agenciarse el queso de 3 kilos.
Pero, ¿qué se hace en la Cheese Rolling?
La respuesta parece evocar el famoso mariachi mexicano: simplemente rodar y rodar. Desde lo alto de la colina, el maestro de ceremonias lanza una horma de queso a 110 km/h. Detrás, de él corre un pelotón de hombres y mujeres (divididos por carrera). Por supuesto, la carrera no está exenta de caídas, volteretas y huesos rotos, mientras el queso rueda como si la gloria misma lo empujara.
No obstante, más allá del espectáculo y el absurdo, el festival encarna una tradición que pone el foco en uno de los productos más singulares de la gastronomía inglesa.
Double Gloucester: esencia y orígenes
Aunque al vencedor histórico de la carrera no le guste, (y probablemente a muchos más) el Double Gloucester no es cualquier queso. De color ámbar y ciertos matices que evocan a las nueces, este derivado lácteo se elabora con leche entera de las vacas Gloucester, una raza casi extinta.
Es semiduro, con una corteza natural, madurado durante al menos tres meses, y lo bastante resistente como para aguantar la caída sin perder su forma.
La tradición no es solo el queso sino también quién lo elabora. Desde hace décadas es la familia Smart, productores emblemáticos de la región, la que hace los honores. De manera que mantiene su espíritu artesanal y rinde homenaje también al queso que alguna vez abasteció a Londres desde las casas rurales con sus ‘tallets’ de maduración.
Más allá de la carrera, su consumo casero sigue vigente, bien para acompañar panes como rallado sobre gratinados. Su sabor complejo, rico y mantecoso, lo convierte en un queso perfecto para amantes del buen comer o mejor en un trofeo, y sin tener que lanzarse colina abajo.
