El precio del vino en restaurantes: entre la percepción del cliente y la realidad del sector

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Cristina Ybarra
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El precio del vino en restauración: entre la percepción del cliente y la realidad del sector

Pocas cosas generan tanta controversia en una cuenta como el precio del vino. Lo que en tienda puede costar 10 euros, en la carta de un restaurante puede alcanzar los 25 o incluso 40. 

¿Es un abuso? ¿Es una necesidad? La pregunta es tan antigua como el ritual de brindar fuera de casa, pero en tiempos de transparencia y consumidores más informados, vuelve con fuerza al debate gastronómico.

¿Cuánto suben los bares el precio del vino?

No existe una única respuesta. Según estudios recientes del sector, muchos restaurantes aplican un margen que oscila entre el 150% y el 300% sobre el precio de coste. Esto se traduce en que una botella de 5 euros puede figurar en carta a 15, mientras que una de 15 euros puede llegar a costar más de 40.

Este margen cubre no solo el producto, sino el servicio: la cristalería, el almacenaje, la formación del personal, el descorche y, en algunos casos, la intervención de un sumiller. 

Como ocurre con los platos de cocina, el vino también forma parte de una experiencia.

La experiencia como valor añadido

Beber vino en un restaurante no es lo mismo que hacerlo en casa. Un entorno cuidado, una temperatura perfecta, una copa adecuada y la posibilidad de maridar con precisión no tienen el mismo coste que descorchar en el salón.

Además, muchos establecimientos, especialmente aquellos con sumilleres formados o cartas bien diseñadas, invierten tiempo y conocimiento en seleccionar referencias que no siempre están disponibles en tiendas, buscando bodegas pequeñas, etiquetas de producción limitada o vinos de guarda bien conservados.

La percepción del cliente: entre cultura y desconocimiento

Buena parte del malestar del cliente proviene de la comparación directa con los precios del supermercado o de tiendas especializadas. Sin embargo, esta visión ignora el contexto del servicio.

En países como Francia o Italia, donde la cultura del vino está más integrada en el día a día, el comensal entiende mejor que el restaurante cobra por un conjunto de factores, no solo por el líquido en la botella.

Márgenes, rentabilidad y sostenibilidad del negocio

Los hosteleros defienden, con razón, que el margen del vino permite equilibrar cuentas en un modelo de negocio cada vez más exigente. Con costes de personal, energía, materias primas y alquiler al alza, el vino representa una de las pocas líneas de ingreso con rentabilidad real.

En cambio, el cliente medio desconoce estos márgenes de operación. 

Según la Confederación Empresarial de Hostelería de España, muchos locales trabajan con una rentabilidad neta inferior al 10%. Subir los precios del vino no es tanto una estrategia de enriquecimiento como una forma de supervivencia.

Nuevas tendencias: más transparencia y más opciones por copas

Algunos restaurantes ya están adoptando políticas más abiertas. Indican el origen de cada vino, sugieren armonías personalizadas y optan por márgenes más comedidos. Otros, sobre todo en la alta gastronomía, ofrecen cartas paralelas con referencias a precio casi de tienda para fomentar el consumo.

Además, el auge de los vinos por copas, impulsado por sistemas de conservación como Coravin o dispensadores automáticos, permite al comensal experimentar sin comprometerse con una botella entera, y ayuda al restaurador a rentabilizar mejor su bodega.

Entonces, ¿son caros o no?

Todo depende de la perspectiva. Si se mira solo el coste de la botella en tienda, sí, puede parecer caro. Pero si se valora el conjunto, el servicio, la conservación, la rotación del producto, la formación del personal, el precio del vino en restauración puede ser coherente y justificado.

La clave está en la transparencia, en que el cliente sepa qué paga y por qué, y en que el restaurante sepa comunicar el valor añadido que ofrece. Porque un vino bien servido, en el momento justo, puede valer mucho más que su precio.

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Cristina Ybarra