
Hoy me gustaría centrarme en un tema de mucha importancia que está sucediendo actualmente en España. Este debate me surgió a raíz de una colaboración solicitada por Almudena Villegas para su podcast Luxus Mensae, con el objetivo de reflexionar sobre la situación actual en Andalucía y la necesidad de un modelo energético que respete y potencie nuestra identidad agrícola y gastronómica.
En los últimos meses, Andalucía ha sido escenario de un debate crucial que pone en juego su identidad agrícola, su biodiversidad y su futuro energético. La instalación de macroplantas fotovoltaicas en terrenos agrícolas, especialmente en la provincia de Jaén, ha generado una creciente preocupación entre agricultores, ecologistas y ciudadanos. Esta cuestión nos afecta a todos. Más de 4.000 olivos (algunos centenarios) han sido talados para dar paso a proyectos como el Parque Solar Guadame III, en una acción que podría afectar hasta 100.000 árboles en total.
Este conflicto no es aislado. En diversas localidades andaluzas, se han propuesto más de 600 parques fotovoltaicos, muchos de ellos en zonas agrícolas productivas. Aunque la transición hacia energías renovables es esencial para combatir el cambio climático, es fundamental que esta transformación se realice de manera sostenible, sin sacrificar nuestros recursos naturales y culturales.

La agricultura: pilar de la biodiversidad y la cultura andaluza
Es evidente que la agricultura andaluza, además de una fuente de alimento, es un elemento clave para la biodiversidad. Cultivos como el olivo, la vid y los cítricos ofrecen hábitats para diversas especies y mantienen el equilibrio ecológico de forma natural. Además, se llevan a cabo mediante prácticas agrícolas sostenibles y de carácter milenario contribuyendo con todo ello a la captura de carbono y a la preservación del paisaje.
La tala masiva de bosques para instalar paneles solares no solo destruye estos hábitats, sino que también compromete la producción agroalimentaria local, esencial para la economía rural y la seguridad e independencia alimentarias. Es imperativo que la transición energética respete y potencie la actividad agrícola, evitando la transformación de tierras fértiles en espacios industriales. La segunda cuestión, sustancial a mi entender, es el deterioro de buenas tierras, que de productivas se transforman en estériles y aún tóxicas, debido a la degradación de los paneles solares sobre ellas.
La sostenibilidad debe ser el principio rector de cualquier proyecto energético. Recientemente, la Comisión Europea ha admitido a trámite una petición que denuncia la instalación de macroplantas fotovoltaicas en terrenos agrícolas de Jaén, reflejando la preocupación por su impacto en el olivar tradicional, la biodiversidad, el paisaje rural y la economía local.
Es necesario que las políticas energéticas promuevan el uso de suelos ya degradados o infrautilizados, o incluso de carácter urbano, evitando la ocupación de tierras agrícolas productivas y ecosistemas valiosos. Además, es esencial que las decisiones se tomen con la participación de las comunidades locales, garantizando que sus intereses y conocimientos sean considerados, cuánto más en el caso del olivar, cuyo fruto aporta uno de los mejores nutrientes para el ser humano.

La gastronomía andaluza, reconocida mundialmente por su calidad y diversidad, depende directamente de la agricultura sostenible. La producción de aceite de oliva virgen extra, vinos, frutas y hortalizas de calidad superior es posible gracias a prácticas agrícolas respetuosas con el medio ambiente. La pérdida de estos cultivos amenaza no solo nuestra identidad culinaria, sino también el sustento de miles de familias. Y en este proceso se debe tener en cuenta tanto a consumidores como a productores, amplificando así un modelo agroalimentario que valore la sostenibilidad, la biodiversidad y el respeto por el territorio y los bosques.
La gastronomía es una herramienta poderosa para promover estos valores y sensibilizar sobre la importancia de proteger nuestros recursos naturales, porque representan cultura, tradición y salud; y la robustez de la tierra es también nuestro vigor.
La transición energética en Andalucía debe entenderse como un proceso inclusivo y respetuoso con el medio ambiente. Avancemos hacia un futuro sostenible sin sacrificar nuestra agricultura, biodiversidad ni cultura. Es responsabilidad de todos: desde las administraciones hasta los ciudadanos, velar por un desarrollo que armonice la producción de energía con la conservación de nuestros recursos naturales y culturales.
Firmado por Rafael Ansón y Paloma Bermúdez de Castro