Esta semana, Madrid ha tenido el honor de convertirse en punto de encuentro entre dos mundos que comparten una historia común, una lengua, y sobre todo, una pasión por la gastronomía: España y México. Y en el centro de ese diálogo ha estado Querétaro, uno de los estados más interesantes del país azteca, que ha aterrizado en nuestra capital con una propuesta tan auténtica como sorprendente.
La ocasión que ha propiciado este encuentro no es menor: la inauguración del vuelo directo Madrid–Querétaro, operado por la aerolínea Iberojet, marca un hito en la conectividad entre Europa y el corazón del Bajío mexicano. Esta nueva ruta no solo facilitará el turismo y el intercambio económico, sino que también abre la puerta a un flujo cultural y gastronómico sin precedentes.
La noticia llega después de que Querétaro haya ostentado el título de Capital Iberoamericana de la Cultura Gastronómica de Encuentro 2024, una distinción otorgada por la Academia Iberoamericana de Gastronomía. Se trata de un reconocimiento que va mucho más allá del valor culinario —ya de por sí notable— de la región. Este título resalta su vocación como lugar de convergencia de culturas, sabores, técnicas y saberes ancestrales, que se expresan de forma singular en cada platillo, en cada copa de vino, en cada mercado tradicional.
Durante las actividades celebradas esta semana en Madrid, organizadas con el apoyo del Gobierno de Querétaro y en colaboración con instituciones españolas, hemos podido comprobar la riqueza de su oferta gastronómica. En diferentes espacios —desde embajadas hasta restaurantes, pasando por encuentros institucionales— se han dado cita chefs queretanos, productores, promotores culturales y autoridades, con el objetivo común de mostrar lo mejor de su tierra.
La cocina queretana es profundamente mestiza. Sus raíces prehispánicas se reflejan en ingredientes como el maíz, el nopal, el chile o la tuna. A ello se suma la herencia española, visible en el uso del cerdo, el queso, el aceite o el trigo. Pero lo que verdaderamente la define es su capacidad de evolución y reinterpretación. Hoy en día, Querétaro se proyecta como un destino gastronómico innovador, con una generación de cocineros comprometidos con la sostenibilidad, el producto local y la excelencia. Algo muy importante para destacar de Querétaro es como ha sabido reflejar a la perfección los tres elementos básicos para que haya turismo que son la colectividad, la hotelería y la hostelería.
Uno de los elementos más destacados ha sido, sin duda, la Ruta del Arte, el Queso y el Vino, que ha cobrado protagonismo en las presentaciones. Este itinerario recorre viñedos, queserías artesanales y talleres de artistas, ofreciendo una experiencia multisensorial que combina el sabor con la cultura. Los vinos queretanos, gracias a la altitud y el clima del semidesierto, están alcanzando una calidad reconocida internacionalmente, con variedades que sorprenden por su equilibrio y expresión. Y sus quesos —de cabra, vaca u oveja— hablan de una tradición quesera viva, que evoluciona con respeto al territorio.
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Pero Querétaro no solo es gastronomía. Se vive. Se recorre. Se escucha en sus calles coloniales, se contempla en sus pueblos mágicos, se celebra en sus fiestas populares. Y todo eso, a partir de ahora, estará más cerca de Madrid gracias a este vuelo directo que conecta dos mundos unidos por la historia y, sobre todo, por la mesa.
La gastronomía tiene el poder de unir. Siempre he sostenido que es una forma de diálogo, de construcción de paz, de entendimiento mutuo. Y lo que hemos vivido esta semana en Madrid es una demostración de ese poder. Querétaro no solo ha promocionado sus productos y su cocina: ha compartido su alma, su identidad, su voluntad de encuentro.
Celebremos, por tanto, esta nueva conexión aérea y esta apuesta por el mestizaje gastronómico como un paso más hacia la consolidación de Iberoamérica como una comunidad de culturas, sabores y valores compartidos. Y que Querétaro siga siendo ese punto de encuentro que nos recuerda que, en la diversidad, está nuestra mayor riqueza.
