Esa escena en la que apareces mirando fijamente la nevera sin saber qué preparar de seguro es la más común del mundo a la hora de comer. Puede que tengas un montón de ingredientes, pero, cuando no hay manera de que el cerebro logre diseñar una receta lógica y no un revoltijo de cosas, la verdad es que todos quisiéramos simplemente pasarla y llegar al punto donde estamos sentados a la mesa.
 
 







