
Si la diplomacia fuera bebida, esa sería el té…y en verano negro y con hielo. No hace falta que el reloj marque las cinco, poner sobre la mesa una taza de té, invita a la conversación con prestancia y mesura. Es una asociación casi automática. Basta con pensar en el rey de las infusiones para invocar la sensación de paz, incluso a la mismísima monarquía inglesa…y por qué no, también de frescura.
Una taza de té y acuerdos sobre la mesa o la terraza
Lo cierto es que la idea del té como símbolo de cortesía y diplomacia se remonta a la Corona británica, cuando la reina Catalina de Braganza lo introdujo en la corte inglesa tras su matrimonio con Carlos II, instaurando el llamado afternoon tea. Mientras, fue Francia quien le adjudicó la idea de estatus y sofisticación.
De hecho, cuentan que fue la infusión la que “consiguió” aliviar tensiones y rivalidades entre Francia e Inglaterra tras un banquete ofrecido por Napoleón III a la Reina Victoria en 1855. Aunque en realidad fue en la antigua China donde se preparó por primera vez, como medicina verde. Desde allí, el té recorrió rutas comerciales, cruzó continentes y terminó colándose en las mesas más refinadas de Europa. Así se ha relacionado lo mismo con la salud, el lujo o la diplomacia.
Pero si ayer fue instrumento de paz, en verano parece volver a su esencia del bienestar. Gana protagonismo por su capacidad de refrescar sin descuidar el cuerpo. Cada variedad, desde el té verde hasta el blanco o el Oolong, aporta propiedades distintas: antioxidantes, efecto depurativo, estimulación suave o hidratación prolongada. Eso sí, conservando esa cualidad diplomática: no invade, ni grita… y en esa sutileza se vuelve poderoso e indispensable.
Si hablamos de verano…¿cuál té viene mejor?
Siempre que sea frío, casi cualquier derivado de la planta Camellia Sinensis vale para una tarde de verano. No obstante, te contamos las propiedades de cada uno y si te animas te elegimos el mejor para cada ocasión. Cómo preparar el té de manera correcta
Té Rojo Pu-erh: Es el único que se somete a un proceso de fermentación y el aliado al que recurrirás ante cenas de cierre de acuerdos o reconciliaciones. Y es que su matiz terroso deja una huella duradera, como las decisiones trascendentales. Entre sus principales beneficios se hallan sus propiedades digestivas y depurativas.
Té Verde: Se trata de una de las variedades más populares del té. Y, en buena medida, se debe a que conserva intactas muchas propiedades de la hoja fresca. Tiene un perfil de sabor vegetal y fresco, con función diurética, antioxidante y ligeramente estimulante. Si estás buscando una bebida para hablar sobre agenda ecológica o de bienestar, este es el match ideal.
Té Blanco: Resulta la variedad menos procesada de todas, debido a que se obtiene de la hoja más joven y tierna. De ahí deriva su sabor suave y ligeramente dulce. Supone el más alto en antioxidantes y con bajo contenido en teína, hidrata, protege la piel del sol. Así que nada mejor para reuniones informales en climas cálidos.
Té Negro: Pero si se habla de carácter solo el té negro puede competir con el café. Perfecto para empezar el día con vigor. Por eso, para abrir diálogos de alto nivel, una tacita de té negro primero.
Oolong: Es la antítesis del blanco. Se elabora a partir de hojas maduras que primero se marchitan al sol y luego se agitan en cestas de bambú. De ahí que sea una variedad semi-oxidada, entre el verde y el negro. Ese matiz a medio camino entre la seriedad y la frescura lo hace ideal para las comidas de trabajo o negociaciones técnicas.
Y todavía quedará quien se pregunte cómo es posible que sea la tercera bebida más consumida del mundo, si es que todo cabe en una taza de té.
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