Trump Burger y la ironía del sueño americano

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Gabriela Sánchez
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Trump Burger

Sin aprobaciones, ni rechazo directo, en 2020 vio la luz en Texas, Estados Unidos, Trump Burguer, una cadena de hamburguesas que, como no deja mucho a la imaginación su nombre, no es más que una casa a imagen y semejanza de la emblemática White House de Washington. Eso sí, bajo los “mandamientos de la biblia del señor de los aranceles”, Donald Trump.

Y, como en Estados Unidos, las hamburguesas son casi religión…nada encajaba mejor al concepto “gastronacionalista”, porque en Trump Burger no solo se come carne a la parrilla, también se digiere propaganda. Desde el retrato de cuerpo entero del presidente de Estados Unidos en la entrada, hasta el sello de su apellido grabado en el pan, cada plato es un mensaje político a bocados. A fin de cuentas, la fusión definitiva entre comida rápida y culto a la personalidad.

El menú deviene todo un mitin disfrazado de carta gastronómica: freedom fries en vez de papas francesas, Melania Crispy Chicken “cual oda a la primera dama”, Barron Burgers que auguran “grandeza futura” y, como toque sarcástico y a tono con las campañas previas a las elecciones, ofreció una Kamala Burger de 50 dólares descrita como una “promesa vacía” que, convenientemente, nunca estaba disponible. Todo rodeado de paredes rojas, banderas y mercancía MAGA lista para llevar.

El concepto en sí mismo ya sería suficiente para una columna de opinión: ¿hasta qué punto es sano mezclar política y comida? Pero, lo curioso y más irónico del caso es la historia de su propietario, Roland Beainy, un libanés de 28 años que hoy enfrenta una posible deportación por vivir en el país con una visa vencida.

¿Quién está detrás de Trump Burger?

Roland Beainy llegó a Estados Unidos en 2019 con una visa de visitante, sin permiso de trabajo. En 2020 abrió su primer Trump Burger en Bellville, justo cuando el magnate perdía la presidencia frente a Joe Biden. El negocio prosperó hasta extenderse a cuatro locales, todos en Texas .Aunque el éxito comercial no borró su estatus migratorio irregular. 

Así, en mayo de 2025, fue arrestado por agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) el cual alegó:  “Bajo esta administración, nadie puede quedarse ilegalmente en el país, independientemente del restaurante que posea o de las creencias políticas que tenga”.

Aunque tampoco nunca se pusiera sobre la mesa una demanda formal por asociar a la cadena el apellido Trump. Desde entonces enfrenta un proceso legal que podría deportarlo próximamente a su país de origen y, por supuesto, significar el cierre del restaurante. La paradoja es evidente.

El negocio del trumpismo

La otra gran bofetada de la historia ya la adelantaba el inicio…Este parque temático del trumpismo nunca fue aprobado por Trump. De hecho, en febrero pasado, los abogados de la Organización Trump enviaron una carta exigiendo la retirada de cualquier marketing que sugiriera una relación oficial. Amenazaron con acciones legales por “engañar al público” y “violar derechos de propiedad intelectual”, aunque en realidad nunca se concretaron.

Suena entonces como una fanático que defiende y capitaliza una marca política que no le pertenece, y la vez como un oportunista que explota la política como excusa, pero vive de la misma lógica que ella.

Como cualquier restaurante temático,Trump Burger busca vender una experiencia memorable. La decoración es parte del producto, y el cliente sabe (o debería saber) que no está pagando solo por carne y pan, sino por una experiencia ideológica. Entre las hamburguesas que integran la carta se hallan:

  • Trump Tower Burger, una torre de tres niveles con bacon ahumado, cebolla caramelizada
  • Barron Burger, en homenaje al hijo menor de Trump, servida con doble carne y queso americano derretido.
  • Melania Crispy Chicken hecha con pechuga crujiente

Aunque muchos comensales han destacado una oferta gastronómica de calidad, Trump Burger no deja de ser ante todo una mercancía política, por demás contradictoria y tan representativa de la doble cara del sueño americano.

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Gabriela Sánchez