
Si hay una bebida que en La Rioja despierta tanto entusiasmo como el propio vino, esa es el zurracapote. Fresco, aromático y perfecto para compartir, este cóctel tradicional combina el carácter del vino con la dulzura de la fruta y el toque especiado de la canela. Aunque a simple vista pueda recordar a la sangría, el zurracapote tiene personalidad propia y una historia que lo vincula directamente con la identidad festiva riojana.
Origen del zurracapote: un símbolo de Calahorra
La historia de esta bebida nos lleva hasta la localidad de Calahorra, en el corazón de La Rioja. Allí, una de sus seis peñas, la Peña Philips, se atribuye la creación del zurracapote, que comenzó a servirse para acompañar los dulces típicos de Semana Santa. Con el paso del tiempo, su popularidad creció y pasó a formar parte de todas las celebraciones del año, desde fiestas patronales hasta encuentros familiares y de amigos.
Ingredientes básicos de la receta tradicional
El zurracapote clásico necesita solo cuatro ingredientes esenciales:
- Vino tinto (preferiblemente de Rioja)
- Azúcar para aportar dulzor
- Limón para equilibrar con frescura
- Canela para aromatizar
Según la Academia Riojana de Gastronomía, la elaboración comienza mezclando el vino con azúcar, zumo y piel de limón, y canela. Tras reposar al menos 12 horas, el resultado es una bebida equilibrada y muy refrescante.
Versiones modernas y adaptaciones
Hoy en día, el zurracapote admite variaciones con frutas como naranja, melocotón o manzana. En algunas fiestas, incluso se prepara con vino blanco, logrando una versión más ligera. La tradición manda servirlo en barricas o tinajas para potenciar su sabor y su carácter social.
En La Rioja, el zurracapote es más que una bebida: es una excusa para reunirse. Ya sea en una plaza abarrotada durante las fiestas patronales o en una comida familiar, este cóctel local sigue cumpliendo su misión original: acompañar los buenos momentos.
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