
El consumo de golosinas no proporciona a nuestros organismos nutrientes necesarios, por lo que su consumo habitual es desaconsejable. Aportan calorías, azúcares y aditivos en exceso
Detrás de una bolsa de gominolas o de un puñado de chucherías casi siempre hay un niño sonriente que disfruta masticando azúcar coloreado y de diversos sabores, pero no todo termina ahí.
A veces, los consumidores, incluso compulsivos, de este tipo de productos son adultos. En esos dulces con nombres o formas tan apetitosas como jamones, plátanos, huevos y moras, hay azúcares, jarabe de glucosa, agua, gelatina, aromas, colorantes y otros ingredientes con los que se elaboran las gominolas coloreadas.
Si en lugar de estar cubiertos de azúcar brillan al modo de regalices y fresas es porque en su elaboración se han utilizado aceites y ceras.
Pero ninguno de estos ingredientes son necesarios o provechosos para la dieta, ya que hay alimentos que aportan esos nutrientes en proporciones más equilibradas que las de las chuches.
De manera que cada vez que se premia a los niños con un puñado de chucherías se incorpora a su organismo una dosis de azúcares y aditivos que no tiene consecuencias negativas directas para su salud pero que, en lo que respecta al azúcar, por su vinculación con la obesidad y la caries, deben consumirse sólo en ocasiones y con moderación.
En cuanto a los aditivos, no tienen por qué causar problemas ya que antes de ser autorizados han sido testados, pero siempre que se pueda es mejor evitarlos.
Consumir golosinas con frecuencia o en grandes cantidades es un hábito poco saludable porque propicia malas digestiones e hinchazón abdominal, y se asocia también a las infecciones de hongos, bacterias y parásitos que, a su vez, generan una mayor ansiedad por ingerir azúcares.
El abuso de dulces predispone, además, a la obesidad, a la diabetes, a la caries y a los problemas cardiovasculares.