
Es un nuevo día y el presidente de Estados Unidos se ha levantado con otra obsesión: hacer a la Coca-Cola grande otra vez. Donald Trump ha dicho: ¿por qué no cambiamos el jarabe de maíz por azúcar de caña real en la Coca-Cola estadounidense? Y como al magnate le encanta que sus deseos sean órdenes, ya la multinacional se ha planteado cambiar la fórmula de la Coca-Cola para satisfacerlo. De hecho, ha anunciado que lo hará a partir de este otoño, con la creación de una línea hecha con caña de su producto estrella la clásica Coca-Cola:
“Como parte de su continua agenda de innovación, la compañía planea lanzar una oferta elaborada con azúcar de caña estadounidense para ampliar su gama de productos de la marca Coca-Cola”, refirió en una nota de prensa.
Mientras, Trump recibió la noticia agradeciendo el entusiasmo de la marca y calificando la decisión como muy acertada.
Ya nada sorprende en su administración. Mezclar política con alimentación, o con cualquier otro sector no es una novedad, ya lo ha hecho recientemente con la subida de aranceles de importación a países de la Unión Europea y América y ahora lo hace con la bebida carbonatada. A Trump y su secretario de salud Robert F. Kennedy Jr. les ha parecido que es “mejor para la salud”, aunque la que la que consuma el presidente no sea precisamente la más recomendada. Pero, de eso hablamos más adelante.
Entonces, ¿Es esto realmente una estrategia de salud pública, un golpe de efecto electoral o simplemente otro episodio del peculiar vínculo de Trump con los símbolos populares de Estados Unidos?
Coca-Cola de Estados Unidos vs Coca-Cola México: una cuestión de estado e identidad
Aunque la compañía no ha confirmado expresamente el cambio, sí agradeció la propuesta de Trump y prometió más detalles sobre nuevas ofertas “innovadoras”.
Ahora bien, ¿qué dice la historia de la elaboración de la bebida en Estados Unidos? pues hace más de 40 años la Coca-Cola que se comercializa en EE. UU. se endulza con jarabe de maíz de alta fructosa (JMAF), un producto barato y abundante, resultado de subsidios agrícolas y acuerdos comerciales diseñados desde los años 70. De ahí que se le considere, junto al maíz transgénico y los hot dogs, uno de los clásicos de la dieta industrializada estadounidense.
La nueva vuelta de tuerca de Trump se ampara bajo el paraguas de la iniciativa “Make America Healthy Again” (MAHA), impulsada por Kennedy Jr., la cual pretende reducir el consumo de aditivos “tóxicos” como el JMAF, los aceites de semillas y los colorantes artificiales.
Según esta narrativa, la salud de los estadounidenses ha sido secuestrada por ingredientes diseñados en laboratorios y empujados por un sistema de producción masiva. La solución, en sus términos: volver a lo “real”, lo “natural”.
Lo curioso es que la Coca-Cola con azúcar de caña se produce y consume masivamente en su vecino México, bajo el nombre de “MexiCoke”, de donde importa la mayor cantidad para aquellos consumidores nostálgicos o amantes del “sabor original”... Con Trump las casualidades no existen, sino que los golpes se disfrazan.
De la salud y otros disfraces
Aquí es donde el debate comienza. Desde el punto de vista nutricional, la mayoría de los expertos coinciden: el jarabe de maíz y el azúcar de caña tienen efectos muy similares en el cuerpo humano. Ambos elevan la glucosa en sangre y, por tanto, están relacionados con picos de insulina,lo que en exceso desata el riesgo de obesidad y diabetes.
Entonces, lo de saludable se queda solo en la percepción de lo más “natural”, por estar próxima a lo tradicional, y alejada de la imagen de químicos industriales. Pero la ciencia ha dejado claro que no significa que sea mejor.
Trump lo ignora (o lo disimula) con una afirmación tajante: “Es simplemente mejor”, escribió en su red Truth Social, mientras pulsa el botón especial del Despacho Oval para pedir una Coca Cola Light, hecha con un edulcorante a base de aspartamo, un compuesto artificial bajo sospecha por la OMS como “posible carcinógeno”.
"I have been speaking to @CocaCola about using REAL Cane Sugar in Coke in the United States, and they have agreed to do so. I’d like to thank all of those in authority at Coca-Cola. This will be a very good move by them — You’ll see. It’s just better!" –President Donald J. Trump
— The White House (@WhiteHouse)
La contradicción es evidente y es que su universo simbólico sólo gira en torno a una cosa:la sensación de que él —y solo él— está dispuesto a enfrentarse a las grandes corporaciones para proteger el “gran sabor americano”
Consecuencias en la producción nacional
Aunque parezca sencillo cambiar el tipo de edulcorante conlleva un riesgo enorme, tanto por la logística industrial como por la reacción de sus clientes más leales… e incluso las repercusiones económicas.
De hecho, la Asociación de Refinadores de Maíz ya alertó de que la sustitución podría costar miles de empleos, afectar al ingreso agrícola nacional de cultivo de maíz y aumentar las importaciones de azúcar. Mientras, si vamos al terreno político, las consecuencias también se hacen notar. El llamado “cinturón del maíz” (Corn Belt), formado por estados como Iowa, Nebraska o Kansas, es una base sólida del la comunidad republicana. Quizás no sea lo que más le convenga después de todo.