Otro evento foodie más: cuando la saturación apaga el sabor de la sorpresa

Otro evento foodie más: cuando la saturación apaga el sabor de la sorpresa
El auge de los festivales gastronómicos ha perdido su encanto: concursos, burgers y foodtrucks se repiten sin alma ni sorpresa. El público ya no busca más eventos, sino experiencias con propósito. La gastronomía necesita recuperar su autenticidad y volver a emocionar.
Otro evento foodie más: cuando la saturación apaga el sabor de la sorpresa
Otro evento foodie más: cuando la saturación apaga el sabor de la sorpresa
Cristina Ybarra
Lunes, Noviembre 3, 2025 - 19:00

Hace apenas unos años, un concurso de croquetas o un festival de hamburguesas gourmet eran sinónimo de planazo. Había expectación, colas, fotos en redes y esa sensación de estar viviendo “algo nuevo”.
Los foodtrucks parecían recién llegados de California y cualquier propuesta con un toque artesanal o casero era motivo de peregrinación urbana.

Hoy, sin embargo, muchos suspiran al escuchar la misma propuesta.
"¿Otro más?", “Ah, ni me había enterado”.

Y no es falta de apetito, sino de emoción. Lo que antes era experiencia, hoy se ha convertido en rutina. Y en marketing eso tiene un nombre muy claro: efecto desgaste publicitario.

Cuando la novedad deja de serlo

El fenómeno no es exclusivo de la gastronomía. Sucede con las modas, con las redes sociales y con cualquier tendencia que se repite sin pausa.
La primera vez que ves un concepto, te impacta. La segunda, te interesa. La quinta, lo ignoras.

Y eso es lo que ha ocurrido con los festivales gastronómicos: demasiado calendario, demasiadas copias, poca alma.
En menos de una década, el boom de los food events ha pasado de ser un soplo de aire fresco a un ruido constante donde casi todos parecen hablar el mismo idioma: “street food”, “gastro weekend”, “burgers & music”, “croquetas gourmet”.

El resultado: saturación, desconexión y falta de identidad.

El problema no es la croqueta (ni la burger)

No hay nada de malo en una buena croqueta, una burger jugosa o un plato de bravas bien hecho. El problema no es el producto, sino la falta de narrativa.
Cuando todos repiten la misma fórmula, con los mismos puestos, las mismas luces y las mismas playlists, el público deja de emocionarse.

Y la gastronomía, que debería ser experiencia y emoción, se convierte en un simple fondo de pantalla.
No se trata de llenar plazas o vender tickets: se trata de crear momentos memorables.

Menos presencia, más propósito

Muchos restaurantes, marcas o chefs participan en todos los eventos “porque toca”. Y ese es precisamente el error.
En un entorno saturado, estar en todos lados es otra forma de no estar en ninguno.

Si vas, hazlo con todo: con una propuesta única, con una historia detrás, con una puesta en escena que tenga sentido.
De lo contrario, es como asistir a una cena elegante con el mismo traje que todos los invitados: pasas desapercibido.

El secreto está en elegir bien dónde y cómo aparecer. Y sobre todo, por qué hacerlo.
No todos los espacios gastronómicos necesitan ser eventos masivos. También hay lugar para lo íntimo, lo reflexivo, lo local.

La autenticidad como ingrediente perdido

La cocina, como el arte o la moda, necesita tiempo para digerir sus propias tendencias. Y en esa pausa está la autenticidad.
Esa autenticidad que hoy escasea entre stands uniformes y conceptos reciclados, pero que sigue viva en proyectos que apuestan por el detalle, el producto y la verdad detrás de cada plato.

El público no ha dejado de amar la gastronomía: lo que ha perdido es la sensación de descubrimiento.
Y esa emoción solo se recupera volviendo al origen, recordando que cada propuesta gastronómica, por pequeña que sea, debe tener alma y propósito.

El reto: volver a emocionar

El reto para chefs, marcas y organizadores no es hacer “más eventos”, sino crear experiencias con significado. La gastronomía es cultura viva, conversación, memoria colectiva.
Pero cuando se transforma en un calendario interminable de citas sin alma, se diluye en el ruido.

Quizá ha llegado el momento de dejar que el calendario respire, que el público tenga hambre de nuevo, que cada evento sea una cita esperada y no una repetición más.

En definitiva: no hace falta inventar otro festival. Hace falta recuperar el sabor de la sorpresa.