
Al hablar de vino, suelen mencionarse términos como vivaz, sedoso, De autor, Mineral, Natural, Biodinámico. Son palabras que se han vuelto habituales en etiquetas, cartas y descripciones de vino.
Pero ¿cuánto ayudan realmente al consumidor? ¿Estamos ante un lenguaje que ilumina o que, por el contrario, oscurece el camino hacia una buena copa?
En una época donde el marketing lo abarca todo, incluso el vino, territorio tradicionalmente reservado a los entendidos, se ha llenado de terminología seductora, a veces vacía de contenido o difícil de interpretar.
La seducción del lenguaje del vino: entre la emoción y la confusión
El lenguaje del vino ha evolucionado para emocionar, no solo para informar. Esto ha permitido crear vínculos emocionales con el consumidor, contar historias y dotar al vino de personalidad. Pero también ha traído consigo una cierta inflación de términos difíciles de verificar.
¿Qué significa realmente que un vino es "de autor"? ¿Qué diferencia un vino "mineral" de otro "terroso"? ¿Y qué garantías tiene el consumidor de que un "vino natural" cumple ciertos estándares?
Sin una regulación clara, estos conceptos pueden acabar siendo herramientas de marketing más que descriptores fiables.
¿De verdad nos dicen algo?
Hay términos técnicos que, bien empleados, aportan valor. Por ejemplo:
- "Taninos redondos" pueden ayudar a entender la textura de un vino.
- "Buena acidez" se asocia con frescura y capacidad de guarda.
- "Envejecido en barrica" comunica una técnica concreta y contrastable.
Pero otros, como "honesto", "auténtico" o "con alma", caen en la subjetividad. Y eso puede generar desconfianza, especialmente en consumidores que buscan referencias claras.
Riesgo de elitismo y desconexión
Uno de los mayores peligros de este lenguaje lleno de buzzwords es que aleje al consumidor medio. El vino debe invitar, no intimidar. Y cuando una etiqueta parece más un poema que una descripción, el mensaje puede perderse.
Algunas bodegas ya están tomando nota y optan por descripciones sencillas, con mapas sensoriales, maridajes sugeridos y datos de vinificación transparentes. También se apoya el uso de backlinks a guías, fichas técnicas o vídeos explicativos.
¿Una oportunidad para educar?
Aunque muchas palabras de moda en el vino puedan parecer inútiles, también representan una oportunidad para educar al consumidor. Si el sumiller, lo explican con honestidad y rigor, términos como "natural", "sostenible" o "crianza biológica" pueden abrir puertas a un mayor conocimiento.
El reto está en evitar el exceso de adjetivos vacíos y centrarse en comunicar con claridad, sin perder la poesía que hace del vino una bebida especial.
Menos humo, más copa
Las palabras de moda en el vino no son malas en sí mismas. De hecho, pueden enriquecer la experiencia si se usan con responsabilidad. Pero como en todo buen maridaje, el equilibrio es clave. Comunicar con emoción sin caer en la exageración es el verdadero arte.
En un mundo lleno de etiquetas, quizás la mejor palabra para el vino siga siendo una: compartir.