Sus efectos positivos sobre la piel, su papel como aliado de las digestiones ligeras, su contenido en bacterias saludables… Los mitos desarrollados en torno al yogur son muchos. ¿Y son ciertos?
El yogur es uno de los alimentos más comunes y versátiles, ya sea para consumir como snack, como postre o en la cocina, y se ha convertido en un básico dentro de una alimentación saludable. Sin embargo, como sucede con todos los alimentos populares de consumo diario, sus beneficios nutricionales no son del todo conocidos, llegando a surgir mitos alrededor de ellos.
El Consejo de Ministros aprobó este 21 de septiembre, a propuesta del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, un real decreto por el que se establece la obligatoriedad de incluir la indicación de origen en el etiquetado de la leche y los productos lácteos.
Natural o saborizado, cremoso o líquido, de aperitivo o simplemente como ingrediente de una receta, el yogur ha devenido uno de los elementos esenciales de nuestra dieta diaria, gracias a sus propiedades nutritivas e inconfundible sabor.
El origen del yogur se sitúa en Turquía aunque también hay quien lo ubica en los Balcanes, Bulgaria o Asia Central. Se cree que su consumo es anterior al comienzo de la agricultura. Los pueblos nómadas transportaban la leche fresca que obtenían de los animales en sacos generalmente de piel de cabra.
El calor y el contacto de la leche con la piel de cabra propiciaban la multiplicación de las bacterias ácidas que fermentaban la leche convirtiéndola en una masa semisólida y coagulada.