La frase "sin molinillo no hay chocolate" resume la esencia de un legado cultural que ha perdurado a lo largo de los siglos. Este utensilio se ha refinando con diferentes formas y diseños artesanales, y ¿por qué no decirlo?, también artísticos. El molinillo es, en realidad, el corazón de una de las experiencias culinarias más ricas y apreciadas en la preparación del chocolate; es un puente entre el pasado y el presente, recordándonos la importancia de la tradición y la conexión con nuestras raíces.
A la llegada de los españoles por primera vez a América los aborígenes tienen, como es natural, la alimentación característica de la zona. Están acostumbrados fundamentalmente a una dieta a base de maíz, variedades de frijoles, raíces farináceas como la yuca y el camote, chiles o ajíes dulces y picantes, algodón, tabaco, cacao, jiquilite o índigo.









