
Hoy, elegir qué beber va más allá del acto meramente funcional. Dice tanto de una persona como su playlist o manera de vestir, nicho perfecto para el auge de las bebidas premium —tanto alcohólicas como no alcohólicas—, como un fenómeno a medio camino entre el marketing y la apuesta por las experiencias personalizadas, que aún sin ser nuevo, cobra cada vez más peso en la oferta de las marcas.
La tendencia responde a una combinación de factores culturales, generacionales y económicos. Por un lado, un consumidor más informado y exigente en busca de autenticidad, trazabilidad y calidad. Por otro, una industria en constante reinvención que toma a la innovación sensorial, la personalización y la estética visual como principios de seducción. El resultado es un boom sin precedentes.
Según la consultora especializada Distilled Spirits Council, hay cuatro pilares clave en esta transformación: el hedonismo saludable o el “disfrutar sin culpas”, la integración de lo exótico, la identidad y la elevación de lo cotidiano.
El caso del alcohol
En el segmento alcohólico, las investigaciones arrojan que se bebe menos, aunque mejor. Destilados premium, cervezas artesanales, destilación al vacío o la esferificación están redefiniendo el significado de “tomarse una copa”.
Uno de los ejemplos más notorios de este cambio es el auge del tequila, que refleja una evolución profunda en las preferencias de consumo. Ya no es visto como una bebida de fiesta o destinada a “shots rápidos”. Hoy son más comunes los consumidores que apuestan por explorar el universo del agave en toda su variedad, desde los blancos más limpios hasta los extra añejos con notas profundas de madera y especias.
Esta versatilidad ha impulsado una revalorización de la categoría, con un mercado que se orienta hacia lo artesanal y lo auténtico. De hecho, la tendencia de las marcas premium de tequila ha crecido desde 2003 un 1.200%, y las súper premium un 1.500%, según el Distilled Spirits Council.
Tal paradigma ha permeado también en el vino premium, donde la sostenibilidad es ya un criterio esencial. Las bodegas adoptan botellas más ligeras, materiales reciclables y certificaciones ecológicas como parte integral de su propuesta. Sin embargo, la categoría enfrenta desafíos estructurales, sobre todo en materia de inflación y tensiones comerciales.
Bebidas premium no alcohólicas
Pero el auge de las bebidas premium no es exclusivo del alcohol. De hecho, ha saltad con fuerza a los mostradores de comida rápida. McDonald’s, por ejemplo, lanzará en septiembre EE.UU. una línea de “refrescos sucios”, bebidas frías premium con nombres como Popping Tropic Refresher o Creamy Vanilla Cold Brew, siguiendo una tendencia marcada por la Generación Z: bebidas personalizadas, instagrameables y que sirvan de autoexpresión.
Y es que la predilección de opciones coloridas, con espuma, glitter comestible, leches vegetales y toppings llamativos se ha vuelto denominador común entre los más jóvenes. Ocurre así con el café premium, el té, smoothies y refrescos, con una tendencia hacia lo funcional: cold brews, café con colágeno, tés adaptógenos, sodas con prebióticos, etc.
¿Moda o cambio estructural?
Para algunos, esta fiebre por las bebidas premium podría parecer una moda pasajera. Pero las cifras, las inversiones y los cambios estructurales apuntan a algo más profundo. A fin de cuentas, aunque las marcas sean quienes las pongan en práctica, cada vez más parece ser el mercado y las redes sociales los que dicten las reglas del consumo y la competitividad.
La gran lección es clara: quien no innova, se queda detrás, y, si además luce bien en TikTok, mejor.