
En los últimos años, el consumo de platos preparados ha aumentado de forma exponencial, marcando una transformación profunda en nuestros hábitos alimentarios. Con la vida acelerada, el trabajo híbrido y el cansancio cotidiano, muchas personas han dejado de cocinar en casa, apostando por soluciones rápidas como la comida lista para consumir.
¿Qué impacto tiene esta tendencia en nuestra salud, nuestra cultura gastronómica y nuestro vínculo con la cocina?
¿Por qué ha crecido el consumo de platos preparados?
El mercado de los platos preparados no deja de crecer. En países como España, se estima que su consumo aumentó un 9,6 % en 2024, según datos de NielsenIQ. Este crecimiento se debe principalmente a:
La falta de tiempo para cocinar.
La comodidad de los formatos listos para calentar.
La innovación del sector, con opciones cada vez más saludables y gourmet.
El auge del teletrabajo, que ha cambiado los horarios y rutinas de comida.
Hoy en día, el supermercado ofrece desde ensaladas envasadas hasta platos tradicionales al vacío, pasando por alternativas vegetarianas, sin gluten o 100 % naturales. La oferta es amplia y versátil, pensada para un consumidor que busca practicidad sin renunciar al sabor.
¿Estamos dejando de cocinar en casa?
A pesar del boom gastronómico en redes sociales y medios, la realidad es que cada vez se cocina menos en casa. El acto de cocinar ha pasado de ser una práctica diaria para convertirse en una actividad ocasional, reservada para fines de semana o celebraciones.
Esta tendencia afecta especialmente a las generaciones más jóvenes, que han crecido rodeadas de tecnología, pedidos a domicilio y tutoriales rápidos. Muchos no saben preparar un guiso básico, ni identifican productos de temporada, lo que evidencia una pérdida de cultura culinaria.
Platos preparados vs cocina casera: ¿Cuál es la mejor opción?
No se trata de demonizar los platos preparados, ya que pueden ser una solución válida en determinados contextos. De hecho, muchas marcas están apostando por ingredientes de calidad, recetas artesanas y una mayor transparencia nutricional.
Sin embargo, abusar de estos productos puede alejarnos de una alimentación saludable y consciente. Cocinar en casa permite:
Controlar los ingredientes y reducir aditivos.
Aprovechar mejor los alimentos y reducir desperdicios.
Fomentar el consumo local y de temporada.
Desarrollar habilidades culinarias y transmitirlas a nuevas generaciones.
Cocinar también tiene beneficios emocionales: relaja, conecta y fortalece los lazos familiares y sociales. Es un acto de cuidado que va más allá de lo funcional.
El reto: equilibrar comodidad y salud en la alimentación
El crecimiento del sector de comida preparada responde a una necesidad real de eficiencia. No obstante, la clave está en encontrar un equilibrio entre lo rápido y lo saludable. Algunos consejos para lograrlo:
Combinar platos preparados de calidad con alimentos frescos.
Reservar tiempo semanal para cocinar en lote (batch cooking).
Recuperar recetas sencillas, económicas y nutritivas.
Involucrar a niños y adolescentes en la cocina doméstica.
La alimentación del futuro no debe depender solo del microondas. Apostar por una cocina casera, consciente y adaptada a la realidad actual es una forma de reconectar con lo que somos y con lo que comemos.
La paradoja contemporánea
Vivimos un momento paradójico: nunca se había consumido tanta gastronomía en redes sociales, nunca se habían vendido tantos libros de cocina ni proliferado tantos programas culinarios en televisión. Pero nunca se había cocinado tan poco en los hogares.
La cocina, en definitiva, parece haber pasado de ser una necesidad para convertirse en un espectáculo o una afición. Mientras los chefs profesionales gozan de prestigio, el acto de cocinar en casa se percibe como una carga. Esta desconexión entre admiración y práctica es uno de los desafíos más complejos de la gastronomía contemporánea.
¿Qué futuro queremos para nuestra alimentación?
La clave está en el equilibrio. No se trata de demonizar los platos preparados, sino de promover una alimentación más consciente, donde lo rápido no desplace completamente a lo casero, y donde el placer de cocinar vuelva a tener espacio en nuestras vidas.
Porque al final, cocinar no es solo preparar comida: es cuidar, crear, compartir. Y eso, ningún envase puede reemplazarlo.