¿Por qué nos gustan tanto los churros?

¿Por qué nos gustan tanto los churros?
Si alguna vez te has preguntado qué hace a los churros y otras elaboraciones crujientes gustar tanto, quédate. Tenemos el secreto del placer que provocan...y spoiler: no está solo en su sabor o textura, sino en su sonido.
churros
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gabriela sanchez
Martes, Noviembre 11, 2025 - 11:47

Sea gastronómico o no, cuando algo se vuelve popular no habrá frase que lo define mejor que un: "se vende como churros". Y es que, en efecto, este postre/desayuno tan típico de invierno no gana adeptos solo por su significado cultural o la calidez que aporta sino por el placer que provoca incluso antes del primer mordisco. 

Dorado y burbujeante al freírse, el crujido que estalla entre los dientes y el contraste con su interior tierno son, en buena medida, el primer empujón para la conquista. Porque sí, hay recetas que se disfrutan más allá del paladar o el aroma, tomando al oído como sentido clave para motivar el acto de comer…y los churros es una de ellas. 

El sonido del sabor: de los churros y otros aditivos del oído

Diría el psicólogo experimental Charles Spence que es el sonido el sabor olvidado de la gastronomía.

Pero, ¿por qué la afirmación supone más literal que metafórica?

Según sus propias investigaciones, los ruidos que acompañan la comida, como por ejemplo los churros —desde el crujido de una fritura hasta la música de fondo— influyen directamente en cómo percibimos su sabor y su calidad.

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Volviendo a los churros, esto se expresa precisamente en ese juego de texturas y sonidos. La masa, ligera pero firme, se sumerge en aceite caliente y empieza a chisporrotear, activando los sentidos, y el cerebro lo lee como: “algo delicioso está en camino”. El placer antes de que el olfato o el gusto entren en acción.

Luego llega la confirmación de tales expectativas, lo mordemos y qué maravilla cuando ese sonido —breve, seco, preciso— deviene confirmación auditiva de frescura y perfección. 

La conclusión resulta, entonces, que lo crujiente estimula una respuesta inmediata en el cerebro, asociada con alimentos frescos, seguros y gratificantes. De hecho, nuestro instinto relaciona los sonidos “nítidos” con lo comestible y saludable, una herencia que podría remontarse a los primeros primates que distinguían así los insectos frescos de los descompuestos.

A ello habría que añadir la sensación que produce meramente en boca: al prolongarse el crujiente la comida centra toda nuestra atención en el paladar y puede entenderse como mayor. De ahí que tanto los churros como las papas fritas o las galletas no solo gustan, sino que invitan a seguir comiendo. Mientras, el dulzor del chocolate, por su lado, desata la llamada hormona de la felicidad (serotonina) haciéndolo, definitivamente irresistible. 

Así es que la fama de los churros ha entrado primero por el paladar, antes que la historia o cualquier asociación cultural, pero eso sí, el clima y su significado hacen el resto.