

Todos los hemos sentido. A media tarde, cuando el estrés aprieta, aparece la necesidad casi incontrolable de comer chocolate. O ese impulso repentino por algo salado, justo después de un día agotador. Los antojos alimentarios no son un capricho sin sentido: son una llamada de atención del cuerpo, el cerebro o incluso las emociones.
Pero ¿qué significan realmente? ¿De dónde vienen? ¿Qué nos están diciendo?
Hambre, emoción o costumbre
La mayoría de los expertos coinciden: los antojos no siempre responden a una necesidad fisiológica. En muchos casos, son una combinación de factores físicos, mentales y hasta sociales. Se diferencian del hambre real porque suelen ser específicos (quieres chocolate, no comida en general), aparecen de forma súbita y pueden desaparecer si te distraes.
- Ansiedad y estrés: Uno de los mayores detonantes. Cuando estamos bajo presión, el cuerpo libera cortisol, una hormona que aumenta el apetito, especialmente por alimentos calóricos.
- Asociaciones emocionales: A veces deseamos algo que nos recuerda a una experiencia reconfortante: las croquetas de la abuela, el arroz con leche del colegio, la pizza de las noches de verano.
- Deficiencias nutricionales: Aunque es menos frecuente de lo que se cree, algunos antojos pueden estar relacionados con carencias. Por ejemplo, antojo de chocolate por falta de magnesio o deseo de carne roja por déficit de hierro.
- Ciclos hormonales: Especialmente en mujeres, los cambios hormonales pueden influir en los antojos, sobre todo antes o durante la menstruación.
- Cultura y entorno: La publicidad, los olores, la comida a la vista... todo influye. A veces no tienes hambre, pero ves una tarta apetecible en redes sociales y tu cerebro la "necesita".
¿Qué alimentos se antojan más?
Los estudios indican que los alimentos que más se nos antojan suelen ser los ultrapalatables: ricos en grasas, azúcar, sal o una combinación de estos tres. Algunos ejemplos universales:
- Chocolate
- Patatas fritas
- Pizza
- Pan o bollería
- Quesos curados
- Refrescos o bebidas con cafeína
Curiosamente, en culturas donde estos productos no son tan habituales, los antojos pueden estar ligados a ingredientes autóctonos. En Latinoamérica, por ejemplo, es común tener antojo de frutas tropicales, guisos especiados o arroz con leche. En Asia, de snacks fermentados o caldos umami.
¿Debemos ceder ante los antojos?
Todo depende del contexto. Si el antojo se convierte en hábito repetitivo que desequilibra tu dieta, puede ser útil revisar tus patrones alimentarios. Pero si es ocasional y lo disfrutas de forma consciente y moderada, también puede ser una forma de conectar con tu cuerpo y tus emociones.
Como señala la nutricionista española María Real-Cosío:
“Los antojos no son enemigos, sino mensajeros. Escuchar lo que hay detrás de ellos puede ayudarnos a comer mejor y conocernos más”.
En la alta cocina, el antojo también se entiende como un motor creativo. Muchos chefs construyen sus menús alrededor de sensaciones evocadoras, jugando con texturas y sabores que remiten a un deseo específico: algo cremoso, crujiente, cítrico o cálido.
Así que la próxima vez que se te antoje algo... tal vez no sea solo hambre. Tal vez sea memoria, emoción o incluso arte.
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