
Presentador, escritor y exaspirante de MasterChef Celebrity hasta en tres ocasiones, Boris Izaguirre es muchas cosas. Un caraqueño de corazón y madrileño de alma; un celebrity de España y Venezuela que combina lo popular con lo intelectual. Culto, leído, resabido y amante de la gastronomía, porque las letras y los paladares, de alguna forma, siempre van cogidos de la mano.
Un hombre dual, como él mismo se define, que une realidades compatibles. Como afirma el escritor, es su propio personaje de “autoficción”. El Boris de la televisión y el que convive con la mundanidad no se conocen, por que son el mismo.
Boris —a secas, como se le conoce en el país ibérico— fue uno de los primeros venezolanos en servir de altavoz en España para todos aquellos que salieron de su país natal en busca de un futuro prometedor. Por eso, 31 años después (en Madrid), se ha convertido en embajador del plato más emblemático de su tierra: la arepa.
La dualidad vital de Boris Izaguirre: hablan la moda, la cocina... y la arepa
—¿Cuál es la arepa que no debería dejar de comer nadie para conocer bien, bien Venezuela?
“Es verdad, pues la reina pepiada. Lo siento, por eso a lo mejor es muy caraqueño, pero yo creo que la arepa venezolana es la arepa con carne mechada”.
Añadía: “Hay que dejarla casi un poco como si fuera un jarrete, ¿sabes? Que tenga esa especie como de desmembramiento, y que tenga muy bien su poco de pimiento o pimentón, como decimos nosotros, su tomate, su cebolla, todo eso que esté muy bien enlazado para que la arepa sea aún más rica"
Minutos después de esta conversación, Boris revelaba un mensaje oculto en su ropa. Fanático de la moda, difícilmente pasa inadvertido. Ese traje amarillo y verde transmitía los colores de la reina pepiada y de la arepa llanera: verde como el aguacate y amarillo como el queso guayanés.
En el conversatorio posterior, junto a Ernesto Lotitto, creador de la Ruta de la Arepa en España, confesaba también cuál es su favorita: la arepa Armani, sofisticada y minimalista, rellena de carne mechada y de pernil con tomate, queso guayanés y aguacate.
“Comer con ansiedad, comer por gusto, comer con placer, todas esas cosas yo las he experimentado a lo largo de mi vida”.
A sus 60 años, se ha vuelto más exigente con los ingredientes: les “exige” cualidades que solo la alta cocina puede explicar. Entre sus favoritos están el pimiento y el tomate. Ingredientes que, según él, construyeron puentes entre España y Venezuela, viajando junto a técnicas y conocimientos que hoy permiten sentirse en casa en cualquier lugar del mundo.
“Yo soy un poco también así. No he conquistado todavía el mundo, pero a España desde luego yo creo que sí la he hecho un poco mi casa”. Además, compartía que quiere hacerse viejo en el viejo continente.
Negroni, caviar, Rubén y el ritual de compartir la mesa: indispensables para Boris
—Ahora quiero que me digas un cóctel que te defina a la perfección.
“¿Un cóctel que me defina a la perfección? Uy, son muchísimos. Pero me encanta el Negroni.”
Lo recordaba con nostalgia, pues una diabetes que le acompaña desde 2019 le impide tomarlo. Su marido Rubén, a quien llama cariñosamente “el doctor Rubén”, lo ayuda a priorizar su salud.
También recordó su pasión por el gin tonic, el vermut y, sobre todo, el Campari con jugo de naranja: el cóctel que su padre tomaba en Navidad. “Me fascina por sus colores”, dijo.
Ese recuerdo lo iluminó y cambió ágil su respuesta: ahora su cóctel favorito es el Campari “de mi papá” con Negroni.
De hecho, Boris confesó que su plato favorito es aquel que incluya caviar, “porque es un buen compañero de todo lo que acompaña, incluso de la arepa”. Recogemos en este contexto el testimonio de un cocinero especializado en arepas que nos cruzamos el mismo día: “La arepa es como la vida misma: sabe a lo que le pongas” .
Y, cuando se le preguntó con quién le gusta compartirlo, no dudó en señalar a Rubén, su persona favorita en la mesa. Con él mantiene ese ritual íntimo de comer juntos, porque la comida siempre sabe mejor al lado de quienes amas, sin importar si el manjar es extremo o sencillo.
El sabor de la memoria en el viejo continente
Lotitto le lanzó una pregunta que voy a permitirme la licencia de recoger:
“¿Qué lleva tu mochila de herramientas que te sirvieron en tu viaje cuando saliste de Venezuela?”
“Perder la soberbia; aprender a ser humilde para integrarme.”
Una reflexión que se hilaba con la figura del Negroni y con la personalidad de Boris: entre trajes estrambóticos siempre hay una moraleja. Para él, que uno imponga su criterio es clave del éxito, pero también lo es la humildad. Una vida trabajada que no excluye la sofisticación, ni en la moda, ni en la televisión, ni en la cocina.

Viajar para comer: China y Asia en el horizonte
—La última pregunta sería: ¿dónde viajarías solo para comer?
“A China, porque me parece fascinante. Acabo de estar en Shanghái este año, que ha sido para mí un premio. Asia me parece que es realmente otro de los grandes lugares de gastronomía. Su oferta parece infinita y puedes pasar 2, 3, 4 vidas para conocerla.”
¿Su siguiente objetivo? Corea.
La Ruta de la Arepa: un viaje de Caracas a Madrid
En el marco de la Ruta de la Arepa, el objetivo a largo plazo es recorrer Madrid como si fuera Caracas. Invitar a madrileños, turistas, venezolanos en la capital y migrantes de paso a redescubrir la gastronomía venezolana: esa que se añora, se cocina y se revive cada día en la diáspora.
Y antes de despedirse, Boris dejó una reflexión ligera pero importante de escuchar:
“La arepa no engorda, engorda uno, pero la arepa es maravillosa siempre”.
Punto para Boris, que quizá algún día gane MasterChef, como ya ha ganado el cariño de quienes le han escuchado, leído o visto. Y, además, es Libra.