
Si la gastronomía es, en buena medida, espectáculo, cómo no podría la plataforma de streaming más popular del mundo hacerla protagonista de sus producciones. Hace 10 años, Netflix aterrizó en España y no demoró en apostar por los fogones para dar riendas a su universo. Partía de una premisa tan real como universal: la fascinación por observar cómo cocinan otros, cómo se relatan los sabores y cómo se escenifica el acto de comer.
Así, la gastronomía, en sus manos, ha dejado de ser contenido complementario para convertirse en un género en sí mismo. Y es que no va de enseñar a cocinar, sino de narrar sus entresijos, entendiéndola como arte, memoria colectiva, e incluso gesto político.
Abriendo apetitos
Hace justo 10 años también, que Netflix estrenó su serie gastronómica de referencia: Chef’s Table. Cuando hoy ya suma su séptima temporada, la producción estadounidense ha incluido en sus más recientes entregas a chefs españoles como Ángel León, Jordi Roca, Albert Adrià y José Andrés, cuyo activismo alimentario redefine lo que significa alimentar en el siglo XXI.
Pero si Chef’s Table representa la cocina en su sentido más exquisito y vanguardista, otras como Santas Garnachas y Las Crónicas del Taco nos devuelven a la tierra, a la calle, a la grasa deliciosa del antojito que define una identidad.
Es ahí donde se alza también la bandera de México, una cultura que ocupa igual predilección por las cámaras. Lo ha hecho en Chef’s Table con personajes como Enrique Olvera, pero también con producciones específicas que documentan lo que muchas guías gastronómicas no suelen mirar: la comida popular. Son los casos de Street Food Asia y Street Food Latinoamérica, donde el protagonista real es el fogón callejero, con el que se consigue además retratar un estilo de vida y la identidad de una ciudad.
Netflix: entre la provocación y la oda
En todos coincide un denominador común. Y es que la apuesta de Netflix por la que logra seducir a tantos es la humanización de sus relatos. De la misma forma que un buen plato para existir y brillar debe contar una historia, un audiovisual sin emoción carece de alma.
La fórmula de Netflix se convierte entonces en usar la gastronomía de trampolín para mostrar al ser humano, y poner en pantalla los matices de un mundo permeado por tantísimos.

Justo así ocurrió con UniverXo Dabiz, centrado en la figura de Dabiz Muñoz, donde sale a relucir la cara más contemporánea (y neurótica) del genio culinario. A la manera de una “distopía estética” devela la autoexigencia brutal que convive en la cima de uno de los tops culinarios mundiales. Dabiz sufre, duda, se autocastiga... y Netflix lo graba todo. El espectador, entre fascinado y abrumado, asiste a un proceso creativo tan caótico como brillante.
Cada historia, trae su propio conflicto y homenaje. En la carta de Netflix caben estrellas Michelin, crisis personales, futuro sostenible…La regla ha sido crear un espacio de excepción para la gastronomía, con una sensibilidad transversal que alimente imaginarios, una suerte de apetito de reflexión. A fin de cuentas, sin ella ni el cine ni la cocina merecen ser contados.