Los más supersticiosos los habrán elegido por la buena fortuna y prosperidad que se le atribuye, otros, quizás, por su apariencia minimalista llamativa e incluso alguno sencillamente por llevar el sello asiático en tiempos de otakus y la ola coreana. Pero, lo cierto es que pocos dulces han logrado un ascenso tan meteórico como los mochis en el gusto occidental.








