
Hubo un tiempo en el que no había bodega sin una. Estaban en patios, cocinas, trasteros. Se usaban para guardar vino, aguardiente, vinagre o aceite. Algunas, incluso agua de azahar o perfumes. La damajuana, ese recipiente de vidrio de gran capacidad, revestido con mimbre, esparto o plástico, fue durante siglos un pilar del almacenamiento doméstico y rural. Hoy, sin embargo, sobrevive como objeto decorativo o fetiche vintage, aunque algunos productores y bodegueros luchan por devolverle su lugar original: contener vino… y memoria.
¿Qué es una damajuana?
La damajuana es un recipiente de vidrio grueso, generalmente de entre 2 y 50 litros, de boca estrecha y cuerpo globoso. Su función era conservar y transportar líquidos a granel, sobre todo vino. Su revestimiento, de fibras vegetales primero, de plástico después, protegía el vidrio de golpes y la luz.
Aunque su invención se atribuye a distintos países europeos, en España se hizo especialmente popular en zonas vinícolas como La Mancha, Andalucía, Rioja o la Comunidad Valenciana, donde era habitual verla en casas, cooperativas y lagares.
Un nombre con historia (y leyenda)
La etimología del término "damajuana" (o demijohn en inglés) ha dado lugar a todo tipo de teorías. La más extendida afirma que proviene de la reina Juana I de Nápoles, quien durante una visita a un taller de soplado habría intentado crear una botella y, al soplar con demasiada fuerza, originó una de gran tamaño. A partir de entonces, el recipiente habría sido llamado dame-Jeanne (dama Juana) en su honor.
Con los siglos, la palabra se adaptó en castellano a “damajuana”, término cargado de historia, tradición y evocación popular.
Del campo a la cocina: usos y transformaciones
La damajuana fue durante décadas el envase elegido para vender y guardar el vino de casa. Muchos la recuerdan como símbolo de vendimia, como centro de mesa en tabernas, o como recuerdo familiar heredado. También se empleó en la elaboración de vinagres caseros, licores, y aceites infusionados.
Pero el auge del vino embotellado y etiquetado, unido al uso del tetrabrik y a las nuevas exigencias de conservación y transporte, relegaron la damajuana al olvido.
¿Está de vuelta? La respuesta es: casi
Algunas bodegas artesanas están recuperando el uso de damajuanas para la crianza oxidativa de vinos o fermentaciones lentas al sol, sobre todo en elaboraciones naturales o ancestrales. El vino de Jerez, el fondillón alicantino y algunos orange wines han vuelto a mirar con respeto este envase.
También artistas, diseñadores y chefs la utilizan como elemento decorativo, pieza de iluminación o incluso como jarrón.
Sostenibilidad, tradición y circularidad
En un mundo cada vez más consciente del impacto ambiental del packaging, la damajuana representa un envase reutilizable, sin fecha de caducidad y con historia. Es una alternativa sostenible, circular y emocional, frente al consumo de un solo uso.
Además, en algunos pueblos, aún se rellenan damajuanas con vino a granel, fomentando una cultura del “compra local, lleva tu envase”.
Un envase con alma
La damajuana no es solo una botella grande. Es un objeto cargado de identidad, saber popular y resistencia. Un testimonio de cómo vivíamos, bebíamos y compartíamos. Y aunque su uso haya disminuido, aún hay quienes luchan por que no desaparezca del todo.
Porque a veces, para avanzar en sostenibilidad, hay que mirar atrás.