
En verano, sabores ligeros y frescos, y para mermeladas nada mejor que las artesanas. Aunque para muchos, las mermeladas artesanas siguen siendo un mero acompañamiento para el desayuno, la temporada estival las ha reinventado con propuestas culinarias creativas.
Elaboradas con fruta de temporada y sin aditivos, representan una forma sencilla y auténtica de llevar el dulzor natural a platos fríos, tablas de quesos o snacks gourmet….
Pero, ¿qué hace especiales a las mermeladas artesanas?
El secreto está en la materia prima. La selección de fruta fresca, recogida en su punto óptimo de maduración, marcan la diferencia en aroma, sabor y textura.
Luego, el cocinado, a fuego lento en pequeños lotes, sin conservantes ni colorantes añadidos, son los responsables de aportar una esencia natural y una textura que respeta la pulpa y la fibra de la fruta…y no precisa más que azúcar y tiempo.
Las mermeladas más populares para el verano
En verano, hay frutas que destacan especialmente para la elaboración de mermeladas. Así sucede por ejemplo con:
- Cereza: Es de las favoritas puesto que ofrece un sabor intenso que se potencia con unas gotas de limón. Al contener poca pectina, tiende a quedar más líquida, por lo que, si se desea, se puede añadir un espesante natural.
- Higos: Gracias a su dulzura y textura son ideales para fusionarse con especias como canela o anís. De ahí que combine muy bien tanto para acompañar postres como quesos y carnes.
- Mango: Sin dudas supone la más tropical. Cocinada solo con su pulpa, sin piel ni hueso, resulta muy refrescante, rica en vitaminas.
- Tomate: deviene la armonía ideal entre dulzor y acidez. Marida especialmente bien con quesos curados, pescados y carnes blancas.
Mucho más que para untar en tostadas
Aunque su uso más conocido es sobre pan o bollería, las mermeladas artesanas también se pueden incorporar a maridajes salados, por ejemplo con quesos de cabra, oveja curada o variedades cremosas, así como con foie, embutidos curados o carnes frías, y funcionar muy bien como picoteo de picnic.
Mientras, en cocina fría, se integran con facilidad en vinagretas, con un toque especial a canapés y ensaladas con frutas frescas, e incluso para crear contrastes como base de salsas ligeras para carnes a la plancha.
Y es que esa mezcla equilibrada entre dulzor y acidez las hace un recurso muy apreciado capaz de otorgar originalidad a las recetas sin requerir grandes complicaciones. De ahí que también puedan encajar lo mismo en comidas informales como en ocasiones especiales.