
¿Quién dijo que los conventos solo elaboran dulces tradicionales? En el barrio del Realejo en Granada, el Convento de las Carmelitas Descalzas ha dado un giro sorprendente a su cocina. Además de mazapanes y huesos de santo, ahora elaboran sushi y platos asiáticos, reinventando la gastronomía conventual y conquistando a curiosos y foodies.
Te puede interesar: El origen del sushi: de método de conservación a arte gastronómico
Sushi para sostener el convento
La iniciativa nace como respuesta a la caída en las ventas de repostería tradicional. De la mano de las religiosas filipinas de la comunidad, el convento lanzó “La Cocina de Mucar”, un espacio donde ofrecen:
- Sushi de diferentes variedades.
- Gyozas y shaomai.
- Fideos chinos y noodles.
- Fried chicken.
- Guisos filipinos.
Las ventas han revitalizado la economía del convento y convertido su torno en un destino foodie inesperado.

El precio del sushi
La cuenta de TikTok @planesbrutales viralizó la historia mostrando cómo, por 60 euros más propina, se llevaron bandejas de sushi, gyozas y fideos. En el convento, una bandeja de 20 piezas cuesta 15 €. Los pedidos deben hacerse por teléfono (620 50 90 80) y recogerse en la calle Monjas del Carmen nº 8, a pocos minutos de la Alhambra.
El origen del sushi en Granada
La idea partió de las monjas filipinas, quienes aportaron sus conocimientos en cocina asiática. Sor María Dolores, priora del convento, aprendió de ellas y decidió sumar esta propuesta a la tradición. Usan ingredientes frescos como arroz, mango, zanahoria, pepino, algas y surimi, logrando un menú exótico que mezcla espiritualidad y gastronomía.
Incluso MasterChef intentó invitar a las monjas al programa, pero declinaron la propuesta por su condición de clausura.
Un fenómeno que arrasa en la ciudad
Las religiosas reconocen que la demanda no para de crecer: “Ni siquiera conocíamos estas comidas, pero a la gente le gusta y suele repetir”, comenta Sor María Dolores. Tanto es así que han tenido que ampliar compras de ingredientes y organizarse como un auténtico restaurante.
Lo que empezó como un recurso de supervivencia hoy es una experiencia única: comprar sushi en un convento y, además, colaborar en el sostenimiento de la comunidad.