
Tres dosis de yogur al día para llegar a los 117 años. Así lo han revelado los estudios más recientes sobre el microbioma juvenil de la supercentenaria española María Branyas, reconocida como la persona más longeva del mundo hasta 2024. Y es que cada vez se hace más énfasis en la importancia de la dieta para una buena salud.
Al estudiar su excepcional caso ha llamado especialmente la atención el consumo diario de yogur natural sin azúcares añadidos, lo cual puede haber contribuido a mantener su diversidad intestinal y, con ello, el alargamiento de su vida durante más de 117 años.
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Yogur para un microbioma que envejece más lento
La investigación, publicada en Cell Reports Medicine, reveló que el microbioma intestinal de Branyas presentaba una elevada diversidad bacteriana, con una abundante presencia del tipo Bifidobacterium, la cual tiende a disminuir con la edad.
Sus beneficios derivan en una mejor digestión, una menor inflamación y una mayor eficiencia metabólica. Curiosamente, las mismas cepas que proliferan en su organismo —Streptococcus thermophilus y Lactobacillus delbrueckii subsp. bulgaricus— son las utilizadas para fermentar el yogur.
Aunque los investigadores advierten que no se puede establecer una relación causal directa, es altamente probable que el consumo habitual de yogur natural ayudara a mantener tal equilibrio.
Yogur y longevidad: una relación que se repite
No obstante, el vínculo entre el yogur y una vida más larga no se limita al caso de Branyas. En las llamadas “zonas azules” —regiones del mundo donde la población supera con frecuencia los 90 años de edad—, la inclusión de alimentos fermentados en la dieta es una constante.
Por ejemplo, en Icaria (Grecia) y Cerdeña (Italia), la elección suele ser la leche de cabra y oveja fermentada. Mientras, en Nicoya (Costa Rica) también se incluyen lácteos fermentados como parte de la dieta tradicional, combinada con productos frescos, vegetales, legumbres y aceite de oliva.
Pero, más allá de la longevidad, el yogur es siempre una fuente de virtudes, gracias a su rico aporte de probióticos, los cuales favorecen la digestión y absorción de nutrientes como el calcio, el hierro o las vitaminas del complejo B, así como la regulación del sistema inmunitario.
Ayuda a controlar los picos glucémicos, mejora la regulación del colesterol, aporta efectos cardioprotectores y reduce el riesgo de síndrome metabólico. Por otro lado, sus proteínas de alta calidad contribuyen al mantenimiento de la masa muscular y la reparación de tejidos.
Por si fuera poco, el yogur es, además, uno de los lácteos más fácilmente digeribles. Lo que lo hace accesible incluso para personas con intolerancia a la lactosa, ya que el proceso de fermentación descompone parte de este azúcar.
No es de extrañar entonces el caso de María Branyas. El yogurt es un superalimento, clave para una mente activa y un cuerpo en equilibrio. Y eso, en términos de longevidad, ya es mucho decir.
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