David Villalón: el alma de los vinos de Angelita

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Gabriela Sánchez
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David Villalón sumiller de Angelita en XI Copa Jerez

David Villalón no necesita grandes declaraciones para denotar el cariño compartido que hay detrás de Angelita, el proyecto que junto a su hermano Mario, rinde homenaje a su madre y a su familia en general. Habla con serenidad, como quien sirve una copa de vino. 

El homenaje llega desde su propio nombre, una evocación  a su madre, que encarna a su vez los valores de esfuerzo, sensibilidad y honestidad bajo los que ambos crecieron. 

Angelita: donde cocina, vinos y cóctel comparten apellido

“Contamos la historia familiar a quien nos visita por primera vez, porque cambia la predisposición del cliente. Se relaja, entiende que esto no es solo un bar: es cultura”, dice David. En cada plato y en cada copa hay una forma de rendir homenaje a quienes vinieron antes. “De Angelita queda una manera de vivir. Con modestia, con trabajo, sin golpes de pecho”.

A casi 10 años de su apertura, el bar-restaurante ha crecido al mismo ritmo que sus creadores. David y Mario lo gestionan “con los pies en la tierra”, y eso se nota en la forma en que todo ha evolucionado: la cocina, la carta de vinos, la hospitalidad… dice el sumiller, quien participó como ponente en la XI Copa Jerez.

Y es que no podía faltar su voz cuando se hable de vinos de España.  

“Para mí el vino es mi mujer, mi familia, mi país... Es lúdico y es cultura”, afirma. De hecho, hoy la carta de Angelita cuenta con más de 50 referencias. Pero si hay una constante es la de los vinos de Jerez, con al menos diez referencias.

No obstante, su propuesta lleva mucho vino francés. En ese sentido comenta: 

“Mi cultura y mi formación, ha sido fue muy afrancesada por mi maestro Lorenzo Martínez Dueñas. Aunque manejamos un 50% de venta de vino internacional y un 50% de venta de vino nacional”. 

Entre los que más le apasionan actualmente, menciona los blancos catalanes elaborados con variedades como la chardonnay, la garnacha gris o la cariñena gris. De igual forma ocurre con  el albillo mayor de la Ribera del Duero y la nueva generación del chacolí. Su gran asignatura pendiente, admite, es Canarias. “Trabajo vinos de allí, pero me falta pisar el terreno para poder defenderlos con más conocimiento”, confiesa.

Angelita comparte espacio con el bar, timoneado por su hermano Mario. Aunque separados en plantas, la visión es integradora. “El vino y la coctelería dialogan muchísimo, desde el uso horario hasta la misma mesa. No son mundos excluyentes”, asegura. 

Sea en uno o en ambos espacios, para él lo que vale al final del día es habérsela pasado bien en Angelita, a partir de una experiencia viva, donde se mezclan emoción, técnica y verdad.

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Gabriela Sánchez