
Una vez más ha vuelto al debate la necesidad de reindustrialización y autonomía estratégica en España. Jordi Hereu ha dejado un mensaje claro: el paradigma de la globalización ha cambiado, y la industria debe convertirse en el motor de una economía más sólida, innovadora y resiliente. Sin embargo, la mirada suele centrarse en sectores como el automotriz o el energético, entonces, la interrogante se impone: ¿qué papel juega la agroalimentación en la reindustrialización española?
El sector agroalimentario cuenta desde 2022, con una iniciativa para impulsar su transformación: el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica del sector agroalimentario (PERTE Agroalimentario). Con más del 10% del PIB industrial, miles de empleos directos e indirectos y un impacto fundamental en la balanza comercial española es, uno de los sectores más robustos y estratégicos del país.
Del campo a la cadena de valor
El cometido de PERTE agro supone reforzar la cadena de valor agroalimentaria desde la producción hasta la transformación, apostando por la sostenibilidad, la digitalización y la innovación. De ahí que pretenda generar un impacto económico estimado en 3.000 millones de euros.
Para ello trabaja en tres grandes ejes:
Modernización de los procesos, sostenibilidad y trazabilidad
Digitalización de la cadena agroalimentaria, incluyendo a agricultores, ganaderos, cooperativas y pymes
Fomento de la I+D+i agroalimentaria
Y es que la agroalimentaria está más industrializada de lo que muchos pueden pensar. Así lo ejemplifican las fábricas, logística, laboratorios, etc. que giran a su alrededor. En consecuencia, su papel en la reindustrialización deberá ser tema central.
Durante su intervención en la Fundación Empresas IQS recientemente Jordi Hereu afirmó:
“El mundo ha cambiado. El paradigma de la globalización, en el cual era indiferente dónde se producía, ha terminado. La geopolítica y las lecciones de crisis como la pandemia nos obligan a apostar por la autonomía estratégica”.
Si se analiza desde el prisma agroalimentario cobra especial fuerza, sobre todo si se tiene en cuenta el impacto de la pandemia, la guerra de Ucrania o el aumento de las tensiones comerciales con países exportadores en las cadenas de suministro globales de fertilizantes, maquinaria agrícola, proteínas vegetales y otros insumos clave para el campo.
El impulso de la autonomía de la industria agroalimentaria determina en gran medida la capacidad de España para ser autosuficiente en la producción de alimentos e incluso en favor de reducir su vulnerabilidad energética y climática.
¿Qué impacto real está teniendo el PERTE Agroalimentario en la reindustrialización del sector?
Aun cuando se trata de un proyecto ambicioso, su ejecución no ha estado a la misma altura. De hecho, recientemente fue destituido Jordi Carbonell como comisionado especial de la iniciativa. Y es que, en sus 4 convocatorias, el impacto sobre el terreno aún deja mucho que desear. No obstante, tampoco se puede dejar de lado la heterogeneidad propia del sector a partir de la convivencia de grandes grupos exportadores y microempresas rurales.
En pro de impulsar su autonomía e influencia positiva en la economía, el debate puso sobre la mesa una directriz muy en boga en otros sectores y que fomenta una producción eficiente y sostenible. Se trata de la formación de talento con competencias en ciencia de datos, robótica, inteligencia artificial y sostenibilidad. De esta forma respondería a uno de los principales reclamos del proyecto agroalimentario: su articulación con otros grandes objetivos como la sostenibilidad hídrica, transición energética rural, etc.
Tecnología y sostenibilidad: las dos transiciones
En ese sentido el ministro dijo:
“No admitimos descarbonización por desindustrialización”, haciendo hincapié en que el cambio climático debe combatirse con más industria, no con menos.
La agroindustria está justo en esa encrucijada. Cuenta con las herramientas para disminuir el alto porcentaje que generan las emisiones de gases de efecto invernadero a través de soluciones basadas en la bioeconomía, la eficiencia energética, la digitalización y la economía circular.
El reto es transformar los sistemas productivos sin perder competitividad ni empleo.
La reindustrialización ya no es una opción, sino una necesidad y por ello, la agroindustria española precisa un lugar protagonista. En el camino hacia un futuro sostenible y con identidad, hay que mirar también al campo.