
Durante décadas, el desayuno buffet ha sido sinónimo de abundancia, libertad y sofisticación en la experiencia hotelera. Una especie de ritual que marcaba el inicio de las vacaciones con café humeante, huevos al gusto, fruta fresca y una selección infinita de panes y quesos.
Pero en 2025, este emblema de la hospitalidad está siendo cuestionado por motivos económicos, logísticos y de sostenibilidad. ¿Estamos ante el ocaso de un formato que parecía intocable?
De símbolo de prestigio a reto operativo
El desayuno buffet ha representado una de las principales fortalezas competitivas del sector hotelero, sobre todo en el segmento vacacional de 4 y 5 estrellas. Para muchas cadenas, como Meliá, NH o Iberostar, era la “puerta de entrada a la experiencia del cliente”. Sin embargo, mantener la frescura, la variedad y la estética del buffet se ha vuelto una tarea cada vez más costosa.
Los márgenes se estrechan. La subida del precio de los alimentos, la inflación energética y el aumento de costes laborales están forzando a muchos hoteles a replantear su modelo de desayuno. A esto se suma un nuevo tipo de huésped más consciente, que ya no valora tanto la cantidad como la calidad, la salud y la sostenibilidad de lo que consume.
Menos desperdicio, más personalización
Según datos de la Organización Mundial del Turismo (OMT), el desayuno buffet genera, en promedio, entre un 25% y un 30% de desperdicio alimentario diario por establecimiento. Este dato, insostenible en una era donde el impacto medioambiental es un factor clave en las decisiones de viaje, ha llevado a muchos hoteles a explorar alternativas más eficientes, como:
Cartas de desayuno personalizadas
Mini buffets asistidos por personal
Desayunos a la carta con opciones saludables
Ofertas flexibles según el tipo de huésped
Estas medidas no solo reducen el despilfarro, sino que permiten ajustar la experiencia al perfil del cliente, algo cada vez más valorado por el viajero postpandemia.
¿Adiós al buffet o transformación del modelo?
El buffet como concepto no está desapareciendo, pero sí está evolucionando. Algunos hoteles optan por mantenerlo, pero bajo una lógica de reducción inteligente: menos variedad pero más calidad, mayor control sobre las porciones, uso de productos de cercanía y estaciones de cocina en vivo que minimizan la exposición prolongada de los alimentos.
Otros lo han convertido en un servicio premium, reservado para habitaciones superiores o clientes con estancias largas. Incluso hay hoteles urbanos que externalizan el desayuno a cafeterías gourmet cercanas, como forma de reducir costes y ofrecer una experiencia más local.
¿Qué opinan los chefs y hoteleros?
Muchos profesionales de la hostelería coinciden en que el modelo tradicional del buffet necesita una reinvención urgente. José Manuel García, director de operaciones de una cadena hotelera en el Mediterráneo, afirma:
“El buffet ya no es sinónimo de lujo, sino de ineficiencia si no se gestiona bien. Estamos pasando del exceso a la experiencia”.
Cocineros como Paco Roncero o Dani García, con asesorías en hoteles de alta gama, apuestan por integrar propuestas más gastronómicas, donde el desayuno se convierte en una oportunidad para destacar el producto local, las elaboraciones caseras o incluso maridar un zumo fresco con embutidos artesanales.
Un formato en transición
Aunque el buffet no desaparecerá de forma inmediata, su papel ya no es incuestionable. En su lugar, gana fuerza un modelo más personalizado, eficiente y emocional, que busca conectar con un huésped exigente, informado y preocupado por el impacto de su elección.
En este nuevo escenario, el lujo ya no está en la abundancia, sino en la curaduría: en servirte exactamente lo que deseas, cómo lo deseas, y con sentido.
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