Lo que te puede decir el maíz de tu digestión

Lo que te puede decir el maíz de tu digestión
Si te parece demasiado lenta o rápida tu digestión, quizás no es mera intuición. Descubre cómo saberlo sin necesidad de consulta médica. Todo comienza comiendo maíz
Digestión
Digestión
gabriela sanchez
Domingo, Noviembre 2, 2025 - 09:30

El estómago, y sobre todo el intestino tiene sus propios tiempos. Más allá de las características favorables y no tanto de ciertos alimentos, en el proceso de la digestión también juegan otras cartas. Es así que, de ella depende también de condiciones fisiológicas pero, además de la presencia de bacterias, la hidratación, ejercicio físico y por supuesto, la dieta.

A todas estas, la pregunta se impone: ¿es posible saber la velocidad del paso de la comida por nuestro intestino? Aunque no hay reglas exactas, la respuesta es sí y se halla en un ingrediente tan sencillo como el maíz.

¿En qué consiste la prueba del maíz para la digestión?

El maíz dulce (o los granos de elote cocidos) presenta una cáscara externa compuesta de celulosa, una fibra vegetal que el cuerpo humano no puede digerir.  Esa parte pasa intacta por todo el tubo digestivo, lo que la convierte en un marcador natural para seguir el recorrido de la comida. De ahí que sea este grano y no otro el indicado para el experimento. 

El primer paso será asegurarse de no haber comido maíz en los últimos 7 días. Lo siguiente es ingerir una porción y observar cuánto tarda en aparecer en las heces. Si ocurre en menos de 12 horas, el tránsito es rápido; si tarda más de 48, es lento. Ahora bien, ¿qué significa si el resultado es este último? 

Lo primero es saber que la digestión supone un proceso fisiológico “elaborado y complejo” en el que intervienen distintos órganos y que permite transformar los alimentos en nutrientes esenciales para obtener energía.

El viaje digestivo comienza en la boca, donde los alimentos se trituran y mezclan con la saliva. Luego, hecho bolo desciende por el esófago hasta el estómago, donde se ponen manos a la obra los jugos gástricos con la descomposición química. Continúa su recorrido por el intestino delgado —donde se absorben la mayoría de los nutrientes— y finalmente llega al intestino grueso. Ahí se eliminan los restos no aprovechables.

En este punto merece hablar del microbioma intestinal, uno de los grandes mediadores del proceso. Se trata de un conjunto de bacterias beneficiosas que colaboran con nuestro cuerpo para descomponer los alimentos y fortalecer el sistema inmunitario. Así que, mientras mayor presencia tengan, mejor será la motilidad intestinal se vería afectada, pudiendo provocar estreñimiento o malestar.

Otros factores que pueden intervenir, aunque menos comunes son: hipotiroidismo, síndrome del intestino perezoso, obstrucciones, uso prolongado de laxantes o ciertos medicamentos, como opioides.

Asimismo, es importante en la primera fase, masticar bien los alimentos, beber suficiente agua, evitar el exceso de grasas y consumir fibra de frutas, verduras y cereales integrales. Y sí, el consejo de las abuelas no es tan mito como parece: conviene no bañarse en agua fría justo después de comer, ya que el cuerpo necesita concentrar el flujo sanguíneo en los órganos digestivos.

Todo ello condiciona la velocidad del paso de la comida por nuestro organismo. El promedio es de 24 horas entre la primera etapa (y más rápida) del aparato digestivo  hasta su expulsión intestinal que suele demorar hasta 72 horas.