Bodegas de Jerez: catedrales de oro viejo en el sur

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Gabriela Sánchez
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bodegas de Jerez

De tierra albariza, vinos dorados. Así bien podría resumirse el Marco de Jerez, esa geografía del alma de los destilados de la Palomino fino que da luz a , uno de los vinos más internacionales y prestigiosos de España. Allí el tiempo se mide en añadas y en sus botas se condensa la cultura, paciencia y arte de los valles del sur gaditano.  

Es la albariza —una tierra blanca y porosa que retiene el agua y refleja el sol— la raíz de toda su riqueza.  Luego, la Palomino y su sistema de criaderas y soleras hacen el resto. Aunque, la historia de este vino es milenaria. Los fenicios trajeron las primeras vides desde el actual Líbano hace más de 3.000 años. Luego llegaron romanos, visigodos, árabes, comerciantes ingleses… Cada cultura dejó su huella, pero fue el pueblo andaluz quien le dio voz. 

Los vinos de jerez
Los vinos finos de Jerez son uno de los más clásicos para quienes buscan un sabor ligero en boca

De hecho, fue en Xera, la actual Jerez, desde donde partían ánforas rumbo al Imperio. Mientras, la llegada del siglo XVII abrió las puertas a sus primeras bodegas: Fundador, Osborne, Lustau, González Byass, etc. dando riendas a sus tipos fino, manzanilla, amontillado, oloroso y palo cortado, con un abismo de matices y años  

Por si no bastara magia al universo jerezano, los venenciadores añadieron prestancia al arte de extraer muestras sin pejudicar el velo de flor hasta el catavinos, como si de un ritual sagrado se tratase. Porque lo es. Así, se dibuja un círculo perfecto entre la copa, el vino y la venencia.

Fundador: el origen que lleva nombre

Como mismo indica su nombre, se trata de la primera bodega de brandy de Jerez, y que hoy produce también vinos generosos con la misma pasión con la que envejece sus espirituosos. 

Su fundación se remonta a 1730 por Pedro Domecq y su bebida más emblemática es el Brandy Fundador en 1874, que la colocó en el mapa mundial.  Hoy la bodega sigue apostando por procesos tradicionales: la crianza en botas envinadas, la selección rigurosa de uvas, el respeto absoluto a los tiempos. 

gonzalez byass
La bodega González Byass es una de las más iconicas de Jerez y de España

González Byass: el tío que dio origen a una leyenda

Quien visite la bodega González Byass asiste a una verdadera retrospectiva en la historia jerezana. No en vano resulta uno de los principales sitios turísticos del municipio. Su historia comienza en 1835, cuando Manuel María González Ángel funda la bodega con el consejo de su tío Pepe. A él le debe el nombre su vino más famoso y una de las imágenes más icónicas del vino español. 

Hoy, su recinto alberga las bodegas La Constancia, La Cuadrada, La Concha, Los Apóstoles, y Tío Pepe. En ellas el vino madura bajo condiciones climáticas precisas y vigiladas. 

Valdespino: nobleza del terruño

Con más de 800 hectáreas de viñedo propio, entre ellas viña Ágata, en el pago de Macharnudo, Valdespino trabaja únicamente con uvas de la D.O. Jerez y Manzanilla.

La bodega pertenece al grupo bodeguero José Estéve y es la única que mantiene a día de hoy la maduración en botas de roble americano La marca "Sacristía", registrada desde 1910, alude al lugar más sagrado de la bodega, donde envejecen los vinos más venerados. No es casualidad que Robert Parker haya otorgado a Valdespino puntuaciones superiores a 90 en todas sus referencias.

valdespino

Lustau: arquitectura de aromas

Lustau deviene una suerte de palacio de piedra, madera y perfume a vino viejo. Fundada a finales del siglo XIX por José Ruiz-Berdejo, la bodega es un espectáculo visual y sensorial. Probablemente, sus cascos La Emperatriz o Las Cruces son los mejores testimonios del estilo catedralicio que define al Marco de Jerez.

Para hacerla más singular aún, es la única que cría sus vinos en las tres ciudades del triángulo: Jerez, Sanlúcar y El Puerto. Una variedad que da origen a un catálogo de más de 40 referencias entre finos, amontillados, olorosos, manzanillas… Todos bajo el mismo paraguas de excelencia. 

Quien está de paso en Jerez experimenta eso que muchos llaman “envidia sana”. Y es que allí se ratifica la filosofía sobre los grandes placeres de la vida: un atardecer con una copa de fino y vistas a los viñedos jerezanos. Lo demás es “avaricia”. 

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Gabriela Sánchez