
El fuego ha vuelto a golpear la provincia de Ourense. Galicia entera tiembla con cada verano en el que las llamas devoran montes, aldeas y memoria. Pero hay algo más en juego que los bosques: está en riesgo la identidad de un territorio que, a través del vino, ha sabido contar su historia al mundo. Los incendios forestales amenazan los viñedos de Godello y Mencía, dos variedades que han elevado a Ourense a la excelencia enológica.
No se trata solo de un paisaje herido; hablamos de un legado cultural y económico que pende de un hilo. Cada cepa arrasada es el silencio de generaciones enteras que convirtieron una tierra dura en un motor de orgullo.
Viñedos heridos, identidad amenazada
En los valles de Ourense, las terrazas de piedra y las pendientes imposibles han sido, durante siglos, guardianes de la vid. Allí, el Godello despliega su mineralidad y frescura, mientras que la Mencía ofrece tintos expresivos, llenos de carácter atlántico. Sin embargo, cuando el fuego avanza, nada detiene la devastación: quema troncos, reseca suelos y modifica para siempre el microclima de una finca.
El humo impregna la piel de la uva, el calor extremo reduce la fertilidad de los viñedos, y el miedo se apodera de viticultores que ven cómo el trabajo de toda una vida puede desaparecer en cuestión de horas. El daño no es solo inmediato; una viña puede tardar años en recuperarse o, en el peor de los casos, quedar arruinada para siempre.
Del olvido a la excelencia
Lo más doloroso es que este desastre llega en el mejor momento de la historia del vino ourensano. Durante décadas, la provincia luchó contra el olvido. Sus caldos eran vistos como vinos humildes, sin mayor aspiración que la mesa local. Sin embargo, la tenacidad de pequeñas bodegas familiares y la apuesta por la calidad lograron un giro radical.
Hoy, denominaciones como Ribeiro, Valdeorras, Ribeira Sacra o Monterrei se han consolidado como referentes de autenticidad. Los vinos de Ourense han conquistado cartas en restaurantes internacionales y han sido reconocidos por críticos y sumilleres de prestigio. Se ha demostrado que esta tierra, con sus suelos de pizarra, granito y arcilla, y su clima de contrastes, tenía un tesoro dormido.
Ese logro colectivo se tambalea frente a los incendios, que amenazan con devolver a cenizas todo el camino recorrido.
Lo que el fuego no puede arrasar
Sin embargo, hay algo que las llamas no pueden destruir: la resiliencia de quienes trabajan la viña. Cada cosecha es un acto de resistencia frente a las adversidades climáticas, frente a la despoblación rural y ahora también frente a la devastación del fuego.
Los viticultores de Ourense saben que el vino no es solo un producto; es la voz de la tierra y de sus gentes. Y aunque las cenizas cubran los campos, la voluntad de seguir adelante permanece intacta.
Una responsabilidad compartida
¿Qué podemos hacer los consumidores ante esta tragedia? La respuesta es más sencilla de lo que parece: beber Godello y Mencía. Cada botella abierta es un gesto de apoyo directo a un territorio que necesita que lo sostengamos más que nunca. Apostar por los vinos de Ourense no es solo un acto de disfrute, es también un compromiso solidario.
Cuando elegimos en una vinoteca o en la carta de un restaurante un vino de Valdeorras, Ribeiro o Monterrei, estamos enviando un mensaje claro: que el esfuerzo de esas familias no caerá en el olvido, que la tierra ardiendo todavía nos importa.
El drama de Ourense no pasa desapercibido en el mundo del vino. Sumilleres, críticos y bodegueros de otros países miran con preocupación lo que ocurre en Galicia. Los incendios no solo destruyen patrimonio natural; también ponen en jaque la diversidad vitivinícola global. Perder Godello o Mencía sería un golpe no solo para España, sino para la enología universal, que reconoce en estas variedades un carácter único e irrepetible.
Por eso, el consumo consciente no es una moda: es una herramienta poderosa para sostener regiones en peligro. Así como en otros lugares se apoya al productor local tras un desastre natural, hoy toca brindar por Ourense.
Brindar como acto de resistencia
Ourense duele. Duele ver las montañas ennegrecidas, los viñedos arrasados, los animales huyendo y el humo cubriendo el cielo. Pero incluso entre las cenizas queda la esperanza de que la tierra, fiel a su historia, sabrá renacer.
El vino gallego es, al final, un relato de superación. De cepas que brotan en pendientes imposibles, de hombres y mujeres que convirtieron lo que parecía hostil en un fruto de excelencia. Esa misma resiliencia puede volver a dar vida a lo que hoy parece perdido.
El gesto está en nuestras manos: apoyar con cada brindis, mantener viva la memoria con cada copa de Godello o Mencía que abrimos, y recordar que la cultura del vino se sostiene no solo en la tierra, sino en la comunidad que lo defiende.
Porque si algo enseña la historia de Ourense es que, aunque el fuego arrase, sus viñedos siempre encontrarán la manera de volver a florecer. Y nosotros, como consumidores, podemos ser parte de esa resistencia.
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