11 banquetes históricos que llevaron la gastronomía al extremo

11 banquetes históricos que llevaron la gastronomía al extremo
Un recorrido por 11 de los banquetes más impactantes de la historia: festines asirios para 70.000 invitados, las extravagancias romanas, los excesos medievales, el lujo persa o el último servicio de El Bulli. Un repaso a cómo el poder, la cultura y la gastronomía han moldeado comidas únicas e irrepetibles.
Banquetes históricos
Banquetes históricos
Martes, Diciembre 2, 2025 - 10:56

Los grandes banquetes han sido, a lo largo de la historia, mucho más que una simple comilona. Son el escenario donde se cruzan poder, simbolismo, lujo, política y placer, y quizá el lugar donde mejor se entiende qué significaba la alta cocina en cada época.

En ellos se definía qué era lo fastuoso, moderno y prestigioso: menús irrepetibles, pensados solo para una ocasión, con comensales que no eran clientes, sino invitados elegidos. En cierto modo, estos banquetes son la cara más cercana a la idea de la gastronomía como arte, pero también como demostración extrema de poder: abundancia obscena para unos pocos, escasez para muchos.

Con la llegada del restaurante burgués, buena parte de esa singularidad se convirtió en repetición: platos estandarizados, fórmulas que pasan de ser únicas a convertirse en “producto”. Aquí repasamos 11 banquetes históricos que siguen marcando el imaginario gastronómico mundial.

El banquete del rey Asurnasirpal II: 70.000 invitados en la antigua Asiria

En el siglo IX a. C., el rey Asurnasirpal II decidió mudar la capital del Imperio asirio a Kalhu y estrenar palacio con lo que se considera uno de los banquetes más grandes de la Antigüedad.

Según una inscripción conservada en el Museo Británico, el festejo duró diez días y reunió a 69.574 invitados entre dignatarios extranjeros, habitantes de la ciudad y funcionarios del palacio. No solo se les dio de comer y beber: también se les proporcionó aseo y cuidados, como parte del dispositivo de hospitalidad real.

Las cifras son descomunales:

  • 1.000 reses cebadas
  • 1.000 terneros
  • 10.000 ovejas y 15.000 corderos
  • 500 ciervos, 500 gacelas
  • Miles de aves, peces, pan, cerveza y vino

Se calcula que a cada invitado le correspondía alrededor de un kilo de carne al día. En este banquete también aparecen las primeras albóndigas documentadas. Una orgía cárnica pensada para dejar claro quién mandaba en Asia Menor.

Nerón y los banquetes romanos: glotonería como espectáculo

Pocas civilizaciones han elevado tanto el acto de comer como la Roma imperial. Comer tumbado, durante horas, vomitar para seguir comiendo y ser atendido por esclavos que alimentaban, limpiaban y hasta ayudaban a orinar sin levantarse del triclinium formaban parte del ritual.

El emperador Nerón es quizá el símbolo máximo de este hedonismo desbordado. En su Domus Aurea, un complejo palaciego de más de 50 hectáreas con lago artificial y estatua colosal, mandó construir un comedor circular giratorio que, según las fuentes, se movía continuamente gracias a un sistema hidráulico.

En estas cenas se servían:

  • Lenguas de flamenco o de loro
  • Jabalíes, faisanes y otras piezas de caza
  • Mariscos como ostras y langostas
  • Lirones, considerados un manjar
  • Especias carísimas como pimienta, canela y azafrán

Más que comida, eran actos de poder y exceso, donde el placer y la demostración pública iban de la mano.

El banquete medieval de Ricardo II (1387): poder en tres servicios

En 1387, el rey inglés Ricardo II organizó uno de los banquetes más fastuosos de la Alta Edad Media para honrar a su tío, el duque de Lancaster. Se celebró en Londres, en casa del obispo de Durham, y sigue siendo un ejemplo de cocina medieval de gran exhibición.

La lista de compras incluye:

  • 200 vacas, 100 cerdos, 1.000 ovejas
  • 13 cisnes, 270 conejos, 50 ciervos
  • 40 gansos, 200 cabritos
  • Pescados diversos, marsopas, carpas

El menú se estructuraba en tres grandes servicios, donde lo dulce y lo salado convivían sin la separación moderna:

  • Primer servicio: venado con salsa dulce, guisos de vaca, cabezas de jabalí, bueyes y cisnes asados, natillas de vino, dátiles y miel.
  • Segundo servicio: sopas gelatinosas, lechones, grullas, faisanes, garzas, pollos glaseados, pescados y tartas.
  • Tercer servicio: guisos dulces de almendras, miel y huevos, venado asado, aves pequeñas, panes, gelatinas y buñuelos.

Se comía con la mano derecha, ayudado por cuchillo y cuchara; el servicio incluía lavamanos con agua de rosas y manteles que ejercían de servilleta. Más que refinamiento, predominaba la abundancia y la teatralidad.

La mesa de Moctezuma: el choque de dos mundos

Cuando Hernán Cortés llegó a Tenochtitlán en 1519, se encontró con uno de los banquetes más sofisticados que había visto un europeo. El emperador Moctezuma era servido con centenares de platos diferentes, preparados con productos procedentes de todo el imperio mexica.

Según los cronistas, cada día podían prepararse más de 300 platos solo para el tlatoani, además de miles para su guardia. Había una puesta en escena muy cuidada:

  • Vajilla de barro y copas de oro
  • Tamales de maíz con carnes de pescado, pato o rana
  • Verduras locales como nopales, calabazas, chiles, tomates y epazote
  • Insectos y productos hoy de culto: escamoles, gusanos de maguey, chapulines, huitlacoche
  • Dulces a base de maíz, miel y frutas como mamey, zapote, chirimoya o tunas
  • Bebidas de cacao perfumadas y tabaco para fumar

Frente a la dieta europea, dominada por la carne, la mesa de Moctezuma mostraba una diversidad vegetal, animal y culinaria asombrosa, que marcaría para siempre la cocina global.

El banquete Medici en Roma: renacimiento, teatro y exceso

En septiembre de 1513, Roma ofreció un espectacular banquete a Julio de Medici (futuro Clemente VII), ejemplo perfecto de cocina tardomedieval–renacentista.

En la Plaza del Capitolio se levantó un estrado para la mesa principal y gradas para que el pueblo pudiera contemplar el despliegue. En las servilletas se escondían pájaros vivos que salían volando al desplegarlas. Doce servicios combinaron:

  • Pasteles de piñones, mazapanes, bizcochos al vino
  • Papahigos, codornices, tórtolas, perdices “a la catalana”
  • Caldos enriquecidos con almendras, vino y azúcar
  • Gallinas y gallos cocidos, recubiertos con su piel y plumas
  • Corderos revestidos y presentados como animales vivos
  • Escenas comestibles de jardines, águilas y conejos

El azúcar y el vinagre aparecían tanto en platos salados como dulces, y el uso de animales revestidos con piel o pluma obligaba a perfumar el aire para disimular olores. Un espectáculo barroco avant la lettre.

El banquete Manchú-Han: reconciliación a través de 300 platos

En la China de la dinastía Qing, el emperador Kangxi organizó un banquete legendario con motivo de su 66 cumpleaños: el Banquete Manchú-Han, pensado para reconciliar la recién llegada élite manchú con la mayoría étnica han.

Fueron seis comidas en tres días, con más de 300 platos, divididos en tres grandes bloques de “exquisiteces”:

  • De la montaña: joroba de camello, patas de oso, sesos de mono, tendones de ciervo…
  • De la tierra: sopas de nido de golondrina, tofu con sesos, cerebros de cabra y pato.
  • Del mar: pepino de mar, aleta de tiburón, fauces de pescado, esturión…

También se incluyeron pavos reales, cisnes, grullas, garras de oso, testículos de tigre, colas de venado… Un despliegue que utilizaba la exotización y rareza del producto como metáfora de grandeza imperial y unidad cultural.

Carême y el banquete para el zar Alejandro I: nace el “chef”

En 1817, Marie-Antoine Carême, considerado el primer gran chef de la historia moderna, preparó en Londres un banquete para agasajar al zar Alejandro I de Rusia mientras trabajaba para el Príncipe Regente británico.

El menú incluía unos 120 platos, entre sopas, principales y postres, servidos al estilo “a la francesa”, con fuentes dispuestas en la mesa para que el comensal eligiera:

  • Sopa de cebada a la Crécy
  • Rodaballo con salsa de langosta
  • Jamón glaseado al Madeira
  • Ganso estofado, pulardas a la Périgueux, cabeza de esturión en champaña
  • Palomas con manteca de cangrejos de río, merluza salteada, mollejas de ternera, faisán con trufa y vino
  • Turrones, gelatinas moldeadas, helados de rosas, suflés espectaculares

Carême consolidó la idea de la cocina como arquitectura, la figura del chef como creador y sentó bases de la alta cocina francesa que aún hoy sobreviven.

Escoffier y la última cena del Titanic

Auguste Escoffier, heredero de Carême y padre de la alta cocina clásica, fue quien diseñó el menú de primera clase del Titanic, servido la noche del 14 de abril de 1912.

La sucesión de platos es un resumen de la cumbre burguesa de la cocina francesa:

  1. Ostras gratinadas al champán
  2. Consomé Olga con vieiras y oporto
  3. Salmón en caldo corto con salsa muselina
  4. Solomillos Lili con foie, alcachofas y trufa
  5. Pollo a la lionesa, zucchinis rellenos
  6. Cordero con menta, pato asado, lomo de buey y guarniciones vegetales
  7. Sorbete Ponche Romaine
  8. Pichón asado
  9. Espárragos fríos en vinagreta
  10. Paté de foie gras, tartas, melocotones en gelatina de Chartreuse, éclairs y helado

Elegancia, exceso controlado y técnica impecable para un banquete que pasó a la historia por el contexto más que por su propia gloria.

La fiesta más cara del siglo XX: el sha de Irán en Persépolis

En 1971, el sha de Irán, Mohammad Reza Pahlaví, organizó una de las fiestas más caras de la historia para celebrar los 2.500 años del Imperio persa. Durante cinco días, en el desierto cerca de Persépolis, se levantó una ciudad efímera de carpas de seda, mármoles, jardines y suites temporales para decenas de jefes de Estado.

El catering corrió a cargo de Maxim’s de París y, salvo el caviar iraní, casi todo se importó de Francia. Se sirvieron:

  • Huevos de codorniz con trufa
  • Mousse de cangrejo de río
  • Lomo de cordero en su jugo
  • Sorbete de champán añejo
  • Pavo real a la imperial
  • Turbante de higos

Todo regado con champán de añadas históricas, grandes burdeos y borgoñas, coñac del siglo XIX… Una orgía de lujo que, poco después, contrastaría brutalmente con la revolución que pondría fin a su reinado.

Mitterrand y su último banquete secreto

En la Navidad de 1995, ya enfermo y recién salido de la presidencia francesa, François Mitterrand organizó una cena de despedida rodeado de amigos, convertida hoy en un banquete de culto.

El menú comenzó con ostras de Marennes, siguió con foie gras y capón de Bresse. Pero el plato más polémico fueron los hortelanos, pequeños pájaros cantores considerados una delicatessen extrema, hoy protegidos y prohibidos.

La preparación tradicional exige:

  • Cebarlos a oscuras para que coman sin parar
  • Desplumarlos vivos
  • Ahogarlos en armagnac antes de asarlos

La etiqueta manda comerlos de un bocado, bajo una servilleta que “protege” del juicio divino y atrapa los aromas. Mitterrand, según se cuenta, se comió dos. Ocho días después murió, sin haber vuelto a probar bocado. Una última escena que condensa placer, culpa, poder y decadencia.

El último servicio de El Bulli: el adiós que cambió la cocina

El 30 de julio de 2011 se sirvió el último menú de El Bulli, el restaurante de Ferran Adrià que revolucionó la gastronomía mundial. No había clientes, sino 50 invitados: amigos, familia y antiguos jefes de cocina que hoy lideran templos como Noma, El Celler de Can Roca, Mugaritz, Osteria Francescana, Alinea o los proyectos de José Andrés.

Se sirvieron 48 pases, muchos de ellos históricos en la trayectoria del restaurante:

  • Piña colada sólida
  • Aceitunas esféricas
  • Croquetas líquidas
  • Gamba en dos cocciones
  • Quinoa helada de foie gras
  • Tuétano con caviar
  • Shabu-shabu de piñones
  • Risottos, fondos, juegos de texturas y temperaturas…

El último plato, el número 1846 en la historia de El Bulli, fue un homenaje a Escoffier y su melocotón Melba, convertido en una secuencia de cuatro elaboraciones: carozos miméticos, infusión, cornetto y fondue Melba. Un cierre circular que unía la alta cocina clásica con la revolución contemporánea.

De Asurnasirpal II a Ferran Adrià, estos once banquetes muestran cómo la cocina ha sido siempre lenguaje de poder, símbolo cultural y espacio creativo. Algunas de estas mesas hoy nos parecen excesivas, incluso crueles; otras, visionarias. Pero juntas cuentan una historia: la de cómo comer dejó de ser solo sobrevivir para convertirse en una forma de expresión, identidad y arte efímero.