Así es La Cena, el banquete de Franco que esconde una rebelión en la cocina

Así es La Cena, el banquete de Franco que esconde una rebelión en la cocina
“La cena” recrea el banquete de Franco con un menú real, sopa al cuarto de hora, huevos a la Aurora y ternera, pero tras los fogones se cocina la rebelión. Una película donde el sabor, la memoria y la resistencia se sirven en el mismo plato.
La Cena
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Redacción Excelencias title=
Redacción Excelencias
Martes, Octubre 21, 2025 - 10:22

Dos semanas después de terminar la Guerra Civil, el régimen franquista celebra su victoria con una cena de gala en el icónico Hotel Palace de Madrid. La orden es clara: el menú debe ser perfecto, la vajilla reluciente y el servicio impecable. Franco asistirá en persona y no se admite el más mínimo error.

El encargado de coordinar este banquete es un joven teniente, obsesionado con el orden y la disciplina, que trabaja junto al maître del hotel, un hombre meticuloso y silencioso. Pero la verdadera historia se cuece en la cocina, donde un grupo de prisioneros republicanos expertos en gastronomía son obligados a preparar el banquete.

Una cocina convertida en campo de batalla

Entre ollas, cuchillos y cazuelas, el filme convierte la cocina en una metáfora del país: una mezcla de obediencia, miedo, creatividad y resistencia. Lo que parece un simple encargo culinario se transforma en un acto de dignidad y memoria.

A medida que los platos se preparan y los tiempos se acortan, los personajes enfrentan dilemas morales tan intensos como los aromas que llenan el salón. ¿Es posible mantener la humanidad cuando se cocina para el enemigo? ¿Puede un banquete ser también una forma de rebelión?

El menú del poder: cocina de otro tiempo

En el corazón de La cena late también un elemento real y revelador: el menú que Franco habría disfrutado aquella noche. Los creadores de la película quisieron mantener fidelidad histórica y, para ello, recurrieron a los platos que el dictador solía pedir en sus celebraciones.

“Nos basamos en platos que le gustaban mucho a Franco: la sopa al cuarto de hora —una sopa de mariscos tradicional, que aunque le gustara a él está buenísima—; los huevos a la Aurora, y la ternera con guarnición”, explican los asesores gastronómicos del filme.

El menú, sencillo y casero, resume la paradoja de la película: bajo la apariencia de un festín de victoria, se esconde la austeridad y la tensión de una España recién salida del hambre. En esa cocina, cada plato es un símbolo: la sopa representa el mar que une y separa; los huevos, la fragilidad de la vida; la ternera, la dureza del poder.

Cine, historia y gastronomía

La cinta se inscribe dentro de una nueva corriente de cine gastronómico con conciencia histórica, donde la cocina sirve como escenario emocional y político. Como en El festín de Babette o Delicioso, el arte culinario se convierte aquí en un lenguaje universal de resistencia, identidad y redención.

“La cena” no solo habla del poder y del miedo, sino también de la capacidad del ser humano para seguir creando belleza en medio del horror. Es un filme que huele a guiso, a pan recién horneado y a silencios largos, con el eco de un país que aún busca reconciliarse consigo mismo.

Más allá del contexto histórico, La cena plantea una reflexión contemporánea: cómo la gastronomía puede ser una forma de memoria y resistencia. Entre cucharones y cicatrices, los personajes descubren que cocinar también puede ser un acto político, una manera de seguir vivos.

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