El aroma del champagne viene de las burbujas: la ciencia lo demuestra

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Hay algo hipnótico en observar cómo suben las burbujas dentro de una copa de champagne. Pero más allá de su belleza visual, estas pequeñas esferas de gas son las grandes responsables del carácter aromático que tanto seduce a los amantes del vino espumoso. ¿Por qué? La respuesta está en la ciencia… y en el olfato.

¿Por qué el champagne huele como huele?

Durante años, los expertos en análisis sensorial han estudiado el aroma del champagne, uno de los vinos más complejos y delicados que existen. Lo que muchos no saben es que gran parte de esos aromas —desde las notas de pan tostado hasta los toques cítricos o florales— no se perciben hasta que las burbujas comienzan a romper la superficie del líquido.

Cada vez que una burbuja estalla, libera una pequeña cantidad de compuestos aromáticos volátiles que estaban disueltos en el líquido. Esas moléculas suben al aire y llegan directamente a nuestra nariz. Este fenómeno ha sido estudiado en profundidad por el físico francés Gérard Liger-Belair, uno de los mayores expertos mundiales en efervescencia, quien señala que

“las burbujas actúan como pequeños elevadores que transportan cientos de compuestos aromáticos hasta la superficie, amplificando la experiencia olfativa del champagne”.

En una de sus publicaciones científicas, Liger-Belair calculó que en una sola copa de champagne pueden formarse hasta un millón de burbujas, y que su papel no es solo visual, sino fundamental en la percepción sensorial.

La ciencia detrás de las burbujas aromáticas

El dióxido de carbono que forma las burbujas proviene de la segunda fermentación en botella, una etapa crucial en la elaboración del champagne. Esa presión interna crea burbujas finas y persistentes que, al liberarse, no solo aportan frescura sino una verdadera explosión de fragancias.

“Sin las burbujas, el champagne sería un vino blanco más”, afirma Liger-Belair, en un artículo publicado en European Physical Journal Special Topics. Su trabajo ha demostrado que estas burbujas liberan compuestos como alcoholes, ésteres y ácidos orgánicos directamente al aire que respiramos mientras bebemos.

Además, el tipo de copa también influye: las copas tipo flauta conservan mejor el gas, pero las copas más abiertas, como las de vino blanco, permiten una mayor liberación de aromas. Por eso, muchos sumilleres recomiendan este tipo de cristalería cuando se busca una experiencia más aromática.

Ver, oler, saborear champagne

El champagne no solo se bebe: se contempla, se escucha y, sobre todo, se huele. Las burbujas son mucho más que un efecto visual: son el canal invisible que conecta el alma del vino con nuestros sentidos.

Así que la próxima vez que descorches una botella, no tengas prisa. Observa cómo bailan las burbujas, acerca la copa a tu nariz y deja que ese festival de aromas haga su magia. Porque, como bien ha demostrado la ciencia, el aroma del champagne… viene de las burbujas.

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