
Plátano, guineo, banana, cambur o banano, da igual como lo llames desde tu latitud, la coincidencia siempre será no dejar indiferente al paladar. Lo mismo en repostería que como complemento de platos salados, esta fruta típica de zonas tropicales deriva en un sinfín de variedades, cada una con sus propias virtudes y características según los diferentes climas y regiones.
Iberoamérica tiene la dicha de ser hogar de tantísimos tipos, que aunque pueden tener mucho en común, ofrecen sabores, texturas y tradiciones distintas. Desde los robustos plátanos machos, perfectos para platillos salados hasta los plátanos enanos, a la medida de los más golosos, el catálogo enriquece la experiencia gastronómica de los lugares que les dan origen o incluso de quienes los han adoptado.
De hecho, sobran razones para hacerlo. El plátano supone una de las frutas más completas y saludables en la alimentación. Es el rey del potasio, pero además, aporta carbohidratos, vitaminas como B y C y otros minerales como el magnesio y fósforo. Todo ello lo hace un aliado para cuidar el corazón, el intestino y el sistema nervioso. Por no mencionar, la energía que aporta y su significado cultural, como símbolo de identidad y resistencia.
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Viaje por las variedades de plátano iberoamericanas
Empezamos por Colombia, donde proliferan variedades como el dominico o enano, el dominico-hartón, el morado y el pelipita. En el primer caso se trata de un plátano pequeño y dulce, lo cual lo hace perfecto para consumir fresco; mientras que el hartón y el pelipita son comunes en recetas como los famosos patacones o los bollos.
Por otro lado, cuenta con el morado, también típico de Cuba, Ecuador, Jamaica, Puerto Rico y Perú, aunque con denominaciones distintas. En materia de sabor, suelen ser más jugosos, dulces y con un aroma que evoca a los frutos rojos.
Otro gran productor de plátanos es Ecuador. De allí destacan como principales variedades: el dominico, el barraganete, también llamado plátano verde Congo o macho, el maqueño y guineo. Del barraganete lo tradicional es consumirlo cocido cuando aún está verde, bien al vapor, hervido o frito, dando riendas a recetas como los patacones o tostones. En cambio, el maqueño es un plátano amarillo que aporta un dulzor tal que lo convierte en perfecto para postres o darle un toque agridulce a una cena, simplemente rebanándolo y friéndolo.
De España, las regiones típicas para su cultivo son las Islas Canarias, donde el plátano enano es la estrella, aunque también figuran otros como el plátano macho, el Gros Michel y el Cavendish, y la Costa del Sol, en Málaga, con una versión del plátano rojo. El plátano enano presenta una dulzura concentrada muy distintiva y su tamaño lo convierte en un favorito tanto para meriendas como para postres.
En México, resulta tradicional el plátano macho. No en vano protagoniza platos salados tan emblemáticos de su gastronomía como los tamales o los chiles rellenos, y el plátano tabasco o roatán, también típico de Honduras, una variedad de guineo, dulce y perfecta para comer crudo.
Aunque pueden tener diferencias, por lo general en América Central se pueden hallar el macho y el plátano rojo. En especial de Costa Rica resalta el tipo Cavendish, donde se incluye la variedad “gran enana”, famosa por su textura cremosa y dulzura. En el caso de países como Cuba y República Dominicana es común el plátano guineo, que recuerda ligeramente a la manzana en su sabor, de ahí que existan versiones tan dulces que le llamen manzano.








