Turbonutricionismo, cuando comer se convierte en una tabla de Excel

Turbonutricionismo, cuando comer se convierte en una tabla de Excel
¿Obsesionado con las proteínas? El turbonutricionismo reduce la comida a números y borra el placer del plato. Descubre sus riesgos y cómo evitarlo.
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Redacción Excelencias title=
Redacción Excelencias
Martes, Agosto 5, 2025 - 13:30

El turbonutricionismo es una forma extrema del nutricionismo que prioriza el conteo de proteínas por encima del valor integral de los alimentos. 

Esta visión reduccionista transforma la alimentación en una tabla de macronutrientes, eclipsando el sabor, la cultura culinaria y la experiencia gastronómica.

Principales características del turbonutricionismo

  • Reducción a macronutrientes: Se valora un alimento solo por su contenido en proteínas.
  • Pérdida del placer de comer: Se ignora el sabor, textura y placer del plato.
  • Restricción y riesgo ortoréxico: Puede derivar en trastornos como la ortorexia, donde comer "saludable" se convierte en obsesión.
  • Contabilidad alimentaria: La comida se calcula, no se saborea.

Ejemplo: ver un pollo asado no como un plato sabroso, sino como 21g de proteína por cada 100g. 

En lugar de pensar en recetas con aroma y textura, pechuga a la plancha, alitas fritas o contramuslos estofados, el turbonutricionismo nos hace ver el pollo como una suma de proteína, fósforo y vitamina B3. Una perspectiva que deshumaniza la cocina y aleja al comensal del disfrute real.

Cómo evitar caer en el turbonutricionismo

  • Apostar por una alimentación equilibrada: Que incluya todos los grupos de alimentos.
  • Consultar con profesionales: No guiarse solo por influencers o apps nutricionales.
  • Redescubrir el placer de comer: Volver al sabor, la tradición y la cultura del alimento.
  • Evitar la exclusión innecesaria de alimentos: No todo lo que no lleva “extra proteína” es menos nutritivo.

El nutricionismo: ¿herramienta informativa o estrategia de mercado?

El concepto fue popularizado por Gyorgy Scrinis, autor de Nutricionismo, quien alerta de cómo hemos transformado los alimentos en simples transportistas de nutrientes. Así, productos ultraprocesados se etiquetan como “ricos en fibra” o “altos en proteína” aunque estén cargados de azúcar o grasas saturadas.

“Si un bollo tiene fibra, lo consideramos saludable... aunque sea una bomba de azúcar.”

La proteína, estrella del supermercado

El marketing nutricional ha colocado las proteínas por encima del alimento. Hoy, barritas, yogures, aguas, panes o galletas proclaman con orgullo su contenido proteico, opacando qué tipo de producto son realmente.

Esto no es casual: las grasas fueron demonizadas, el azúcar evitado… las proteínas quedaron como el único macronutriente con buena prensa. Así nacen productos que poco tienen de cocina y mucho de laboratorio.

“El yogur que se comía con tenedor” es solo un ejemplo de la masculinización y exageración con la que se han vendido ciertos productos proteicos.

¿Qué dice la ciencia?

Según Juan Revenga, dietista-nutricionista español, no existe un déficit real de proteínas en la población general. De hecho, el consumo excesivo de proteína puede tener efectos adversos si no se regula correctamente. El problema es que se ha extendido la idea de que más proteína = más salud, algo que dista mucho de ser cierto.

Aunque los productos enriquecidos con proteína son omnipresentes, se echa en falta lo más importante: el alimento en sí. Garbanzos, atún, huevos, lentejas, queso, cecina… contienen proteínas de calidad sin necesidad de etiquetas comerciales.

No hay recetas en los envases, no hay cultura gastronómica: solo números y moléculas.

El turbonutricionismo es una alerta: la obsesión por los nutrientes, especialmente las proteínas, nos aleja del verdadero placer de comer. En un mundo donde el marketing nutricional invade etiquetas y estanterías, el reto está en recuperar la cocina como un acto cultural, sensorial y humano. 

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