
Hoy se dice que And Just Like That es el ejemplo perfecto de que el solo dining es una opción válida. En realidad, no fue Carrie Bradshaw quien inventó esta modalidad de acudir a un establecimiento de restauración, sino que somos muchos quienes llevamos años luchando para que la hostelería se adapte a la sociedad líquida, a quienes prefieren estar solos y a quienes aceptan su soledad, la quieran o no. También al comer. Hoy se llama solo dining a algo que no consideraría una tendencia, sino un placer individual en alza.
Comer solo ya no es tabú
La misión de comer en solitario no es romper la norma ni salvar al mundo de la compasión. Sí es cierto que, cuando comienzas a hacer planes solo de forma activa, aparece cierta vergüenza en torno a la hora de comer. Seamos realistas. Pero cuando lo pruebas, ay, cuando lo pruebas: te das cuenta de que comes lo que quieres, cuándo y cómo quieres, sin seguir las normas de nadie. Y la vergüenza se disipa.
En ese punto, cuando lo ves con claridad, descubres que estás disfrutando de tu propia compañía. Ya no es una moda o tendencia, sino la forma en la que normalizamos la soledad sana y, ahora sí, rompemos un estigma social de manera individual, sin sobrepensarlo demasiado. Con un plato, una tapa o una copa delante.
El auge internacional del solo dining
Con el auge de esta práctica, podemos hablar de fenómeno. En 2024, Time publicaba que a nivel internacional las reservas en solitario aumentaron un 18% en Alemania y un 14% en Reino Unido. Además, en Japón se trata de una tendencia muy consolidada desde hace años. Aun así, en España, la plataforma TheFork admite que la mayoría de reservas que reciben son para dos personas, por lo que no existe un dato concreto sobre las individuales.
En primera persona y sin estudios de respaldo, podemos decir que, cuando uno va solo, rara vez reserva. Mal hecho. Porque si no hay mesa para dos, tampoco la habrá para uno. La regla es simple: si no hay mesas, no las hay.
La hostelería se adapta en tiempo, espacio y trato
Sin embargo, la restauración ya adapta sus espacios para un solo dining más frecuente, como hacer más cómodas las barras a la hora de comer o cenar, y no dejarlas como un espacio relegado para “el que sobra” o el que solo va a comer por obligación.
También influye -o más bien es esencial- la labor del personal, cada vez más preparado para respetar los tiempos de los comensales individuales, con una sonrisa y sin angustia: si el cliente quiere abrirse, lo hará; y si no, simplemente se le deja disfrutar.
Te puede gustar leer: La fiebre de las reseñas en la hostelería: ¿opinión sincera o arma de doble filo?
Los reyes del solo dining son el turismo y los negocios
Admitamos algo: los viajeros de negocios han avivado y normalizado la práctica del solo dining.
En el turismo MICE, las comidas y cenas en solitario llevan años revalidándose, y los hoteles han sabido adaptarlo a la perfección. Ahora los restaurantes lo miran con otros ojos. Quien llega a un nuevo lugar para sacar un rendimiento económico, también merece disfrutar de la mejor gastronomía.
Además, estudios señalan que los comensales que acuden solos a restaurantes, bares y cafeterías suelen gastar más (hasta un 48% más, según OpenTable, sobre el mercado estadounidense). Puede ser por autocuidado o simplemente por antojo. Piden menos cantidad, pero de manera más consistente.
También recomiendan: quien prueba en solitario y le gusta, vuelve solo o acompañado; quien recorre en solitario, difunde la experiencia a más personas.
Los jóvenes rompen con lo establecido: tolerancia ante la soledad, también en las comidas
Actualmente, les siguen en el solo dining muchos más adeptos, sobre todo entre la generación Z, quienes están mucho más expuestos en redes sociales a contenido sobre tendencias, alimentación y restaurantes.
La premisa es clara: aunque no me acompañen, no dejo de hacerlo.
Y eso no implica que los más jóvenes no quieran compañía, sino que aceptan el ritmo o nivel de vida de otras personas, así como sus preferencias, y se vuelven más tolerantes ante la soledad.
Otros factores son el avance del teletrabajo, los horarios flexibles o el cambio de los modelos familiares y relacionales.
Comer es un placer que más vale aceptar pronto (con o sin compañía)
No es cosa de Carrie Bradshaw, pero And Just Like That sí puede ser un espejo donde mirar para quienes no se atreven aún a adentrarse solos en la restauración. La introspección, el mimo a uno mismo y la mirada curiosa que se alza hacia el resto del mundo desde una mesa solitaria son el mayor regalo que uno puede darse al comer solo. Por no hablar de que la comida sabe diferente, incluso mejor, tal vez por la atención cuidada que uno le puede poner ahora a todos los ingredientes.
Haz lo que quieras, pide un Cosmopolitan, busca en ti a tu propia Carrie. Ve solo y disfruta.