
El eje cerebro-intestino es un sistema de comunicación constante entre el sistema nervioso central y el aparato digestivo. Este vínculo explica por qué el estómago y el intestino responden ante alteraciones físicas o metabólicas, incluso sin intervención directa de factores emocionales. De hecho, el sistema digestivo cuenta con su propia red de neuronas y receptores, conocida como sistema nervioso entérico, que regula la digestión, la secreción gástrica y la motilidad intestinal.
Cuando este sistema se altera o se desconecta del cerebro, surgen trastornos digestivos funcionales que, con el tiempo, pueden convertirse en patologías crónicas.
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El segundo cerebro que controla la digestión, más allá de lo emocional
El sistema nervioso entérico está formado por más de 100 millones de neuronas distribuidas a lo largo del tracto gastrointestinal. Estas neuronas envían y reciben señales que controlan el movimiento del intestino, la liberación de hormonas y finalmente, la absorción de nutrientes.
Cuando existe una disfunción en esta red neuronal, el proceso digestivo se vuelve irregular.
El estómago puede producir un exceso de ácido o ralentizar su vaciado, lo que da lugar a gastritis crónica, dispepsia funcional o reflujo gastroesofágico.
En el intestino, estas alteraciones del sistema nervioso entérico se manifiestan en forma de síndrome del intestino irritable (SII), una patología caracterizada por dolor abdominal, gases, diarrea y estreñimiento alternados e inflamación sin causa orgánica observada en pruebas como endoscopias.
El microbioma intestinal: el órgano invisible clave para el equilibrio funcional
El microbioma intestinal es otro de los pilares del eje digestivo. Se trata del conjunto de microorganismos que habitan el intestino y que intervienen en la digestión, la producción de vitaminas y la defensa inmunológica.
Cuando este ecosistema se desequilibra —por una dieta pobre en fibra, el uso prolongado de antibióticos o una infección intestinal— se produce una alteración conocida como disbiosis. Este desequilibrio puede estar causado por infecciones como la provocada por Helycobacter pylorii.
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¿Cómo conservo este equilibrio?
Cuidar el eje cerebro-intestino implica atender a su base fisiológica: una digestión eficiente, un microbioma equilibrado y una respuesta nerviosa regulada.
Medidas para mantener este equilibrio pueden ser implementar una dieta rica en fibra y incluir alimentos fermentados y reducir el consumo de ultraprocesados, principalmente.
En definitiva, comprender cómo funciona este eje, atendiendo a la parte emocional pero sin darle una perspectiva única, nos permite actuar antes de que una disfunción digestiva se transforme en una enfermedad crónica.








