Del FOMO al JOMO: cuando el plato perfecto dejó de saber a nada

Del FOMO al JOMO: cuando el plato perfecto dejó de saber a nada
Las redes han cambiado nuestra forma de comer: ahora prima la imagen sobre el sabor. Del FOMO al JOMO, redescubrimos el placer de disfrutar la comida sin filtros ni ansiedad digital.
FOMO vs JOMO Persona fotografiando una taza de café con el móvil
Del FOMO al JOMO: disfrutar la comida sin filtro
Verónica de Santiago
Sábado, Octubre 18, 2025 - 11:19

La era de la comida instagrammable y el regreso al sabor real. En 2025, las redes sociales deciden tanto como las guías gastronómicas, pero surge una nueva filosofía: volver a disfrutar del plato sin filtros ni ansiedad digital.

Hay un momento, justo antes del primer bocado, en el que todos contenemos la respiración. No por el aroma ni por el suspense del sabor, sino por encontrar el ángulo perfecto. El móvil en la mano, la luz ideal, el filtro de siempre. Y entonces, clic: el plato deja de ser comida para convertirse en contenido.

Vivimos una era en la que el placer de comer compite con el algoritmo. Las redes han vuelto la gastronomía un escenario y, en esa función, el paladar suele ser el gran olvidado. Pero algo está cambiando. Algunos —me incluyo— hemos pasado del FOMO al JOMO, del Fear Of Missing Out (miedo a perderse algo) al Joy Of Missing Out (la alegría de perderse lo que no importa). Porque comer sin sacar la foto no es un pecado: es un acto de libertad gastronómica.

Comer con los ojos… y olvidarse del paladar

El fenómeno del foodporn lo ha transformado todo. Antes, los chefs cocinaban para el comensal; hoy, a menudo, cocinan para la cámara. El plato fotogénico reina: salsas que gotean, humos que bailan, luces de neón que prometen sabor antes de servirlo. “Ahora el cliente viene con una captura de pantalla y me pide exactamente eso, aunque no esté en carta”, me confesó un reconocido cocinero con media sonrisa y media preocupación. El algoritmo dicta la estética del gusto, y el gusto, en ocasiones, se rinde ante el clic.

La chef valenciana Begoña Rodrigo, al frente de La Salita, lo resume así: Para mí lo más importante es el tiempo. El tiempo de cocción, de espera y de disfrutar. La cocina necesita pausa; el sabor no se acelera con un filtro. Su cocina, elegante pero sin artificio, reivindica el sentido más profundo del plato: el sabor que permanece cuando se apagan los flashes.

En el extremo opuesto —geográficamente, no en espíritu—, Toño Pérez, alma del restaurante Atrio en Cáceres, defiende lo esencial: Los productos de mi cocina son auténticos, con mucha personalidad. Sin un buen AOVE no hay elaboración excelsa. Ambos coinciden en algo que trasciende la estética: la belleza verdadera está en el gusto, no en la pose. En tiempos de scroll infinito, su filosofía suena casi subversiva.

Nos hemos acostumbrado a comer con los ojos y olvidarnos del resto. A perseguir la novedad viral, el restaurante de moda, el plato que todo el mundo fotografía. El FOMO gastronómico nos empuja a probar por miedo a quedar fuera, no por deseo real. Y en ese frenesí, el placer se diluye entre hashtags, stories y platos templados que esperan su momento en cámara.

Del postureo al placer: la nueva filosofía de comer

Después de años de fiebre foodie, surge una corriente contraria, más humana y más sensata: el JOMO gastronómico. Yo lo practico con orgullo. He cambiado el “¿lo subo?” por el “¿lo saboreo?”, y he descubierto que todo sabe mejor cuando no hay testigos digitales. Dejar el móvil en la mesa, mirar al comensal que tengo enfrente, sentir el crujido del pan recién horneado sin pensar en encuadres ni filtros: esa es la nueva forma de lujo. El JOMO —Joy Of Missing Out no es desconexión total, sino equilibrio. Es la alegría de perderse lo que no importa, de no perseguir la tendencia, de vivir el momento sin miedo al olvido digital.

 La autenticidad, la cercanía y la calidad son los ingredientes que nunca pasan de moda., recuerda Toño Pérez, dejando claro que el verdadero contenido está en lo que sentimos, no en lo que publicamos.

Quizás el lujo gastronómico del futuro no será una vajilla de diseño, sino una mesa donde nadie mire el móvil. El instante en que un bocado se disfruta sin pensar en los likes que dará. El silencio que se hace cuando un plato conmueve más que cualquier publicación. En tiempos de filtros y FOMO, recuperar el sabor es un acto de rebeldía dulce. No se trata de renunciar a la estética —la comida también entra por los ojos—, sino de recordar que el sabor es lo que permanece cuando la historia ya no se comparte.

La próxima vez que el camarero te sirva un plato bonito, respira. Observa. Y, si puedes, guarda el móvil y saca el alma. El algoritmo no lo sabrá, pero tu paladar sí.