Ni líquido, ni sólido: así es el hielo que enfría sin derretirse

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Gabriela Sánchez
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hielo gelatinoso

Enfriar sin contaminar no será más un problema. Inspirados en el tofu congelado, la Universidad de California en Davis (UC Davis) se ha sacado de la manga un invento que parece sacado de un truco de magia culinaria: el hielo gelatinoso o jelly ice. No se derrite, no gotea, se puede reutilizar y hasta se convierte en compost…Parece que el hielo del futuro (o presente)  ya no viene en cubos, sino en gelatina.

La novedad, presentada en la última reunión de la American Chemical Society (ACS), responde a un interés sostenible que promete cambiar la forma en que mantenemos fríos los alimentos y medicamentos, ofreciendo una opción reutilizable, compostable y segura para el contacto con productos sensibles.

¿Qué lo hace diferente del hielo común?

El gran secreto del hielo gelatinoso radica en su composición: un 90% de agua atrapada en una red de hidrogeles elaborados con gelatina alimentaria. Estos diminutos poros retienen el líquido durante los cambios de estado, evitando pérdidas y manteniendo siempre la capacidad de enfriamiento. Es por ello que, a diferencia de los cubos de agua congelada que terminan derritiéndose en charcos y propagando posibles patógenos, el jelly ice no gotea ni libera agua

Según la investigadora principal, Jiahan Zou  esta alternativa alcanza hasta el 80% de la capacidad de enfriamiento del hielo convencional del mismo tamaño y forma, manteniendo su rendimiento incluso tras varios ciclos de congelación y descongelación.

En buena medida se debe a la flexibilidad del material en condiciones de temperatura ambiente, mientras tras someterse a cifras bajo  0 °C se endurece. Así, se torna una herramienta práctica y adaptable.

Beneficios sostenibles del hielo gelatinoso

El punto de partida para desarrollar esta tecnología fue precisamente la seguridad alimentaria ante la alta posibilidad de contaminación de los alimentos tras experimentar procesos de deshielo. La referencia fue el tofu congelado, que retiene agua en su estructura al congelarse. En su lugar se apostó por la gelatina, un producto de propiedades similares gracias a  que sus cadenas de proteínas podían crear una estructura capaz de mantener el agua atrapada durante los cambios de fase.

Tal condición lo hace totalmente compostable y no genera microplásticos ni residuos tóxicos. De hecho, en pruebas de laboratorio, el material incluso favoreció el crecimiento de plantas de tomate cuando fue incorporado al sustrato tras su compostaje.

De ahí que frente a los geles refrigerantes habituales —que suelen requerir envoltorios plásticos— y al hielo seco, se trata de una solución más respetuosa con el medioambiente y alineada con los principios de la economía circular.

Entre sus aplicaciones también figuran el transporte de medicamentos, procesos de biotecnología e incluso en zonas con acceso limitado al agua como alternativa para producir hielo sin desperdicio.

No obstante, tampoco es la única variante que se pone bajo la lupa por parte de los investigadores de UC. Paralelamente, ponen a prueba otros biopolímeros como proteínas de soja derivadas de subproductos agrícolas en aras de elaborar materiales más sostenibles, para revestimientos desmontables de encimeras y andamios celulares para carne cultivada.

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