
En el corazón de Estrasburgo, dentro de las antiguas bodegas del Hospital Civil, reposa un barril que guarda un tesoro líquido sin comparación: un vino blanco elaborado en 1472 con uvas Traminer, también conocidas como Savagnin Rose. Con más de 550 años, este vino no solo es el más antiguo del mundo que aún puede beberse, sino también un símbolo de la relación milenaria entre el vino, la medicina y la memoria.
¿Por qué un hospital guarda vino del siglo XV?
Para comprender esta historia, hay que remontarse a la Edad Media, cuando los hospitales no solo eran centros de salud, sino también lugares autosuficientes que producían su propio alimento y medicina. En Estrasburgo, el hospital elaboraba vino como suplemento alimenticio, remedio medicinal y, en ocasiones, como forma de pago.
Los viñedos que daban origen a este vino provenían de donaciones de familias agradecidas por la atención recibida. El vino no era un lujo: era parte de la vida cotidiana y del agradecimiento colectivo.
Solo se ha probado tres veces… en más de medio milenio
Este vino legendario ha permanecido intacto durante más de cinco siglos. Su barril solo ha sido abierto en tres momentos extraordinarios:
- 1576, en honor a un gran evento de ciudad.
- 1716, para celebrar la unión de dos hospitales.
- 1944, tras la liberación de Estrasburgo en la Segunda Guerra Mundial.
Cada vez, fue degustado con solemnidad y respeto. No por placer, sino como acto simbólico de comunión con la historia.
¿A qué sabe un vino de 1472?
Los expertos que han tenido el privilegio de probarlo coinciden: ya no es un vino placentero al paladar, pero conserva estructura, resistencia y un aroma que evoca otra época. Lo importante no es su sabor, sino su significado.
Este vino ya no guarda cuerpo… pero sí memoria. Cada gota es un testimonio de siglos de historia, de guerras superadas, avances médicos, agradecimientos y tradiciones que no se pierden. En una época de consumo rápido y cultura efímera, esta barrica es un recordatorio de que el vino también es tiempo.
El barril de 1472 no está en una vinoteca ni en un museo: está en un hospital. Y eso lo hace aún más fascinante. Es un símbolo de cómo el vino ha sido mucho más que una bebida a lo largo de la historia: ha sido medicina, ofrenda, arte y archivo emocional.