
La Feria de Córdoba, una de las celebraciones más queridas de Andalucía, no solo destaca por su colorido y ambiente flamenco, sino también por una oferta gastronómica que convierte cada visita en una experiencia sensorial. Entre farolillos, casetas y sevillanas, los sabores cordobeses se vuelven protagonistas absolutos.
Comida con acento andaluz: tradición y autenticidad
En las casetas que rodean El Arenal, el recinto ferial, se pueden degustar los platos más representativos de la cocina cordobesa. Desde un salmorejo espeso coronado con huevo duro y jamón ibérico hasta el emblemático flamenquín, la feria se convierte en un escaparate del recetario andaluz más auténtico.
No faltan las berenjenas con miel de caña, los boquerones en vinagre ni las tortillas de camarones, que aportan ese toque costero tan presente en la gastronomía del sur. Son platos sencillos, sí, pero llenos de identidad y pensados para compartir.
La caseta como templo gastronómico
Muchas casetas, tanto públicas como privadas, cuentan con cocina profesional y menús especiales diseñados para la ocasión. Algunas apuestan por platos tradicionales, mientras que otras se atreven con tapas renovadas que combinan innovación y raíces.
Chefs y hosteleros locales aprovechan este escaparate para mostrar la calidad de los productos de la provincia, como el aceite de oliva virgen extra de Priego de Córdoba o el vino fino de Montilla-Moriles, presente en cada brindis festivo.
Vinos y alegría: el maridaje perfecto
El fino cordobés, servido muy frío, reina en la Feria. Ligero, seco y elegante, es el acompañamiento ideal para cualquier tapa. También se disfrutan la manzanilla, el clásico rebujito —mezcla de fino y refresco de lima— y los vinos dulces de Pedro Ximénez, perfectos para la sobremesa.
Este año, algunas bodegas ofrecerán degustaciones destacadas, reforzando el vínculo entre producto local, tradición y fiesta popular.
Dulces que evocan la infancia
Ningún paseo por la feria está completo sin algo dulce. Los pestiños, los roscos de anís y los churros con chocolate se venden en los puestos ambulantes, ofreciendo un final reconfortante con claras influencias de la repostería andalusí.
Estos dulces, tan tradicionales como entrañables, forman parte del imaginario festivo de la ciudad y aportan un cierre nostálgico y delicioso al recorrido gastronómico.
Patrimonio comestible en clave festiva
La Feria de Córdoba no es solo una celebración de ocio, sino un acto de orgullo culinario. Comer en la feria es participar en una tradición viva, donde se celebra la memoria colectiva y el arte de vivir a la andaluza.
Porque aquí, la comida no es solo sustento: es identidad, cultura y alegría compartida.